La
suerte del impío en el más allá.
Como
se puede apreciar del anterior relato acerca del rico y Lázaro, que desde el momento de abandonar este cuerpo y
esta vida, hay un trato diferente para el alma, sea para las que son de Dios, como para las
que no son de él. Ya que al morir el rico solo menciona que fue sepultado, y que se encontró en el Hades, que es la antesala
del Juicio. Estando allí su alma
adquiere un pleno conocimiento de su situación; es importante notar que
para él no hubo recibimiento alguno de
parte de los ángeles de Dios. En ese momento de su existencia se da cuenta de
su situación y comienza su aflicción, al estar consciente de no haber hecho caso
a las cosa de Dios; mientras tuvo la oportunidad de buscar la salvación que
ofrece Jesucristo cuando se tiene la oportunidad en esta vida.
O de
las veces que por medio de algún conocido, le llegó un mensaje, o algún tratado que contenía el
plan de salvación que Jesucristo le ofrecía al ser humano. Ahora se lamenta por no haberle hecho caso, ni de haberse
preocupado siquiera de leer o investigar sobre el tema de lo que le acontecería
al alma después de la muerte. Aun habiendo tenido en sus manos esa Biblia que
le regalaron o compró, que contenía los consejos de Dios para salvar su alma de
la muerte al encontrar a Jesucristo.
Estando
ahora en ese sitio, recuerda los acontecimientos de su vida como en una
película. Cuando su esposa, esposo o algún creyente iban a la iglesia para oír
la palabra de Dios, él consideraba esas actitudes como fanatismos religiosos, o
una pérdida de tiempo. No podía entender, como hombres y mujeres podían creer
en esas cosas espirituales, tales como salvación del alma, paraíso, infierno
etc.
Hasta
tomaba en broma la advertencia que Jesucristo era el único camino para la
salvación de su alma. Y siempre ponía una excusa, cuando lo invitaban para oír la palabra de Dios,
alegando estar ocupado, o que no tenía tiempo. En ese sitio tendrá suficiente tiempo
para meditar en ese irreversible error.
Igual
a los futuros yernos de Lot, cuando éste les advirtió del peligro de la destrucción de la ciudad de Sodoma en Génesis
19.14 que dice: Lot salió para
hablar con sus futuros yernos, es decir, con los prometidos de sus hijas y les
dijo ¡Apúrense! ¡Abandonen la ciudad, porque el Señor está por destruirla! Pero
ellos creían que Lot estaba bromeando. Pues
por no haberles hecho caso a esa advertencia, no pasarían ni doce horas
cuando perecieron en ese juicio que vino sobre la ciudad de Sodoma y ambos se encontraron en el Hades lamentándose eternamente
por no haber creído en las palabras de Lot.
Después
de la muerte, cuando el cuerpo yace sepultado, inerte y descompuesto en la
tierra, es cuando nos daremos cuenta,
que la esencia de esa vida terrenal que tuvimos, solo consistía en el alma. La
cual después de la muerte sigue con vida, y esta utilizaba y dirigía el cuerpo; y ahora al estar separado de él, el alma
está enfrentando la realidad de sus hechos tanto de los positivos, como de sus
errores.
Lo
que la palabra enseña del más allá.
A
este punto algunos podrán pensar, que todo lo expuesto, y leído en los párrafos anteriores es pura fantasía
de la mente humana, o del que explica este tema. Pues no,
todo lo expuesto está respaldado por la Palabra de Dios. En efecto en
Lucas 16.19-31 Jesucristo dio a conocer la situación de lo que acontece con el
alma después de la muerte. Cosa que no le había sido revelado al hombre hasta ese momento.
Solo
Él podía enseñar, dar a conocer y describir con detalles por medio de esa
historia las condiciones del alma después de la muerte. Se podría con toda
certeza decir: que ese relato, es “el
corazón del tema del más allá”. En el cual se nos enseña que en ese sitio hay
solamente dos grupos, y dos lugares, para todas las almas de este mundo; con un
destino diferente para cada uno.
Solo
restaría por preguntarnos si con ese escrito, Dios le dio una certera enseñanza
a la humanidad; sobre los dos destinos del alma en el más allá. Si no nos hubiese avisado con ese ilustrativo
relato; de que no hay un tercer lugar ni una segunda oportunidad al dejar este
mundo, estaríamos todos con esa duda sobre el destino del alma.
Es
conveniente aclarar, antes de leer el
siguiente pasaje bíblico, que algunos intérpretes con el fin de ocultar la cruda realidad de este relato, dicen que
esta es una parábola. La cual, de ser así como ellos dicen solamente tendría un
fin didáctico, que por analogía o semejanza se puede obtener una somera
enseñanza del tema, concerniente al más
allá de la vida de este mundo después de la muerte.
Estos argumentos son para suavizar una
indiscutible realidad, que solamente Jesús que conocía el más allá, podía
revelar con el fin de que supiéramos algo más de esa dimensión, y lo que le
espera a todos los humanos grandes y pequeños en sus rangos.
Al respeto se dirá que la siguiente narración no es una parábola, sino un hecho que
hay que considerarlo como real, ya que en ningunas de sus parábolas Jesús
utilizó nombres propios, de seres que realmente existieron como Abraham y Lázaro. También al leer, hay
que tener presente que los cuerpos de los tres que se nombran en el relato;
al momento que Jesús narra la historia,
estaban muertos y sepultados en sus respetivas tumbas. Lo que Jesús quiere
enseñar con esto es: Lo que realmente acontece con el alma después de dejar
este mundo; que se crea o no, no cambia en absoluto lo que él enseñó.
La
historia del rico y Lázaro en Lucas
16.19-31:
La enseñanza que Jesús nos dejo dice lo siguiente: Había un hombre rico, que se vestía de
púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había
también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél,
lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los
perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de
Abraham; y murió también el rico, y
fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a
Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre
Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su
dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta
llama. Pero Abraham le
dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también
males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además
de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera
que los que quisieren
pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.
Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre,
porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no
vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen;
óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de
entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y
a los profetas, (esto se refiere a lo que ellos escribieron) tampoco
se persuadirán
aunque alguno se levantare de los muertos.
Si
consideramos que el anterior relato es una enseñanza del Señor, que nos dejó
como una información real de lo que aconteció con esos tres hombres el ese
sitio del más allá; cada individuo debería pensar muy bien en qué lado va a
estar su alma después de partir de este mundo. En ese relato bíblico, el Señor
enseña muchos aspectos de lo que
acontecerá después de la muerte.
En
efecto vimos, para nuestra enseñanza,
que unos estaban en un lugar de consuelo, mientras el otro estaba en un sitio
de tormento y sin esperanza de una segunda oportunidad. También enseña que no
hay manera alguna de pasar de un lado para el otro; ni la posibilidad de regresar
a este mundo desde ese sitio. Luego en
la forma como se vieron, conversaron, y recordaron cosas; nos da a
entender que la vida, conciencia y sentidos, continuaban en ellos, aun sin
poseer el cuerpo que dejaron en esta tierra.
Seguramente
alguien que lee el anterior pasaje bíblico, como una lectura común y corriente,
sin meditar o reflexionar en su contenido; es muy posible que al leer como ellos se comunican entre sí, se hablan, se ven y
reconocen; escape de su mente que estos protagonistas que Jesús utilizó, es ese relato son incorpóreos. Son sus almas
que tuvieron esa conversación, se vieron y recordaron; Ya que sus cuerpos están
en sus respetivas tumbas en esta tierra. Surge entonces la pregunta: ¿con que
ojos veían, con que boca ellos podían comunicarse o hablar, con qué cerebro
podían pensar y recordar cosas, si sus cuerpos
y miembros, no estaban con ellos sino en sus sepulcros?
La
respuesta es, que todos los miembros de nuestro maravilloso cuerpo están
dirigidos y controlados por el alma, aunque se nos dificulte en darnos cuenta
de eso; por cuanto creemos que el cuerpo lo es todo y lo hace todo. En cambio y
como enseña el relato, cuando el alma se desprende de él, tiene aún mejores
sentidos y facultades de los que tenía estando en el cuerpo. Dios al crear al
hombre le puso límites a las facultades que le concedió al hombre.
Como un ejemplo de esa amplitud se puede
notar, en los siguientes detalles: Si
ellos estaban separados de una gran sima o abismo, ¿cómo podía el rico
reconocer a Lázaro y Abraham a esa distancia? Por la otra facultad que explica
al decir “vio de lejos” y “dando voces”, estos son términos que
dan a entender que la distancia en esa dimensión es relativa al igual que el
tiempo.
La oportunidad del hombre de buscar y hallar a
Dios, como ya se ha mencionado, la tiene solamente durante el tiempo que se le
concede de vida en este mundo. Después
de ese período ya no hay más oportunidad. Bien lo dijo el profeta en
Isaías capítulo 55.6 al decir: “Buscad a Jehová
mientras puede
ser hallado, llamadle en tanto que está cercano”. Porque al partir de este mundo no hay más
posibilidad de buscarle; en justicia solamente le será asignado
el lugar que él escogió durante su permanencia en esta tierra; el cual
será por toda la eternidad.
El
creyente frente a su partida de este mundo.
Debido
a que Dios ha puesto en todos ser viviente un instinto de conservación de la
vida, se puede entender y es normal, que en lo que podamos
protegemos nuestro cuerpo de todo peligro. Sin embargo para el creyente el
morir no debería ser motivo o causa de pavor. Aunque sabemos que muchos de los
hombres de Dios desde tiempos antiguos aunque tenían claro lo que le aguardaba
al dejar este mundo, le tenían un respetuoso temor al incógnito.
La palabra de Dios nos dice que el mismo Jesús
al saber que había llegado la hora, que
iba a ser entregado en manos de pecadores, para cargar con el pecado de
la humanidad, y luego ser abandonado por su Padre, tuvo un reverente temor. En
el libro a los Hebreos 5.7 comenta esa situación de la siguiente manera: “Y Cristo, en los días de
su carne, ofreciendo ruegos y súplicas
con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a
causa de su temor reverente”. No había manera de evadir la misión por la
cual él mismo se había ofrecido, dejando su trono de gloria por amor de
nosotros. Pero en esa situación como
humano le clama al Padre aun sabiendo que no había otro medio; el cual le oyó, resucitándole
de entre los muertos.
Sin
embargo la palabra nos da la seguridad de lo que le espera al creyente.
En Apocalipsis 14.13 dice: “Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe:
Bienaventurados de aquí en adelante los muertos
que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos,
porque sus obras con ellos siguen”.
Dos
tipos de Creyentes.
Aunque
el que cree y confía en Jesucristo, sepa
lo que le espera después de la muerte, siempre hay un cierto temor cuando se trata de partir
hacia lo desconocido. Aun estando consciente que es mejor estar con el Señor, el
cual nos ha librado del temor de la muerte eterna; siempre hay una cierta
reserva hacia lo incógnito. Solamente el que ha madurado espiritualmente como
el apóstol Pablo puede decir como él dijo en Filipenses 1.22-24:”Pero si el vivir en la carne resulta
para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger: De ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo
deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en
la carne es más necesario por causa de vosotros”.
Se
podría concluir diciendo que la mejor posición de un creyente equilibrado es:
la de no temerle, y verla como la línea que separa la vida presente, de la
verdadera y eterna del porvenir. Estar persuadido, y vigilante sabiendo que la
salvación es segura y nadie se la puede quitar. A tal punto que se pueda estar
convencido que esta vida terrenal no tiene tanto valor, como la venidera.
Sin
embargo en ningún momento se debe desear la muerte, ya que el peregrinar por
este mundo se puede catalogar la “universidad de la vida”. Y necesitamos
vivirla para aprender mucho más que
podamos, hasta que nos graduemos y seamos llamados por el Señor, para comenzar
una vida nueva y eterna.
El perfecto conocimiento del Justo.
Para
el creyente la tumba ya no es un camino sin salida, o el fin
de todo como algunos maestros religiosos
enseñan a sus feligreses. Con el propósito de alejar de sus mentes el castigo
que le espera a los incrédulos, y ateos, como a los desobediente a los mandatos
de Dios. Esas enseñanzas le permitirá vivir
una vida despreocupada, sin pensar en el
juicio que le espera a los que no buscan el camino de Dios para la vida, que es
Jesucristo.
Para el Justo es el camino, que desde un
conocimiento limitado de las cosas, va
hacia esa luz de la perfección como dice en
Proverbios 4.18 “Mas la senda de los justos es como la luz
de la aurora, Que va en aumento hasta que el día es perfecto”. Hasta que se
llegue a esa meta donde se aclararán todas las incógnitas.
Al
cruzar esa barrera acontecerá lo que dijo el apóstol Pablo, que podremos lograr
ver las cosas de una manera más clara y
no como por un espejo en la obscuridad.
Así lo describió el apóstol en
1Corintios 13.12 “Ahora vemos como
por un espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en
parte; pero entonces conoceré como fui conocido”. Al alcanzar el alma esa
meta se completa el conocimiento, llegando a la perfección total.
La
meta del justo: ser como Cristo.
Otro
aspecto importante, adquiridos por el hombre con la caída de Adán, ha sido lo
que el mismo Dios afirmó después de ese
acto de desobediencia; al decir en Génesis 3.22: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues,
que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva
para siempre”. Con esto Dios reveló la naturaleza de ese cambio que se
efectuó en el ser humano. No se trata ahora de analizar si eso en sí era algo
malo, o bueno, sino las consecuencias que
eso le acarrearía, al no estar suficientemente preparado para vencer lo
malo y al diablo su autor.
Posiblemente esa frase para algunos no tiene mucha
relevancia, pero sí es de gran importancia, ya que pone al hombre a un nivel
superior al de los ángeles (de los que no se involucraron en la rebelión en
contra de Dios), como se explicará a continuación.
Pero antes de seguir es conveniente aclarar,
aunque no es parte del tema, cual es el significado de la frase “He aquí el hombre es como uno de nosotros”. ¿Se habrán preguntado a quien se
estaba dirigiendo Dios, o a quien se refería al decir: “como uno de nosotros”? ¿Qué explicación se le puede dar, que no sea
que nuestro Dios es trino? Pues sí, nosotros creemos en Dios el Padre, su hijo
Jesucristo, y el Espíritu Santo. Hay
quienes niegan la trinidad, y se burlan diciendo que nosotros creemos en
un Dios de tres cabezas.
Regresando
al tema de esa frase, para poder entender plenamente su significado, basta
pensar por un momento, cuál era la condición del hombre antes de pecar; en
sustancia era igual al que es ahora, un ser con espíritu, alma y cuerpo, pero
vivía en un estado de inocencia. No sabía que existía una fuerza contraria que
luchaba en contra de su creador; que ese mal se llamaba pecado,
cuyo origen estuvo en un ser creado llamado Satanás.
El
cual, siendo el más perfecto, hermoso e inteligente de los ángeles, con un
grupo de ellos, conspiraron en contra de
Dios constituyéndose en su enemigo. Así lo describe en Ezequiel 28.16 que dice:“A causa de tu intenso trato comercial,
te llenaste de iniquidad y pecaste, por lo cual yo te eché del monte de Dios y
te arrojé de entre las piedras del fuego, querubín protector. 17 Se enalteció tu corazón a
causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra, y delante de
los reyes te pondré por espectáculo”.
El
hombre desconocía que esa serpiente, en la cual se había transformado Satanás
era enemigo de Dios y por supuesto del hombre. Pues sí, él se había
levantado en contra de aquel que le
dio vida, el cual por querer ser igual a Dios, se levantó en su contra, arrastrando
así a una tercera parte de los ángeles.
Cuando
Adán y Eva fueron creados y estaban en el huerto, desconocían toda esa
situación, no sabían nada de lo que había acontecido, y de la lucha que se estaba desarrollando en el cielo; ellos vivían en un estado de inocencia ajenos a todos esos
acontecimientos. Debido a esa lucha que se había establecido, al declararse
Satanás enemigo de Dios, su objetivo era intentar destruir todos sus planes. Al
ver la nueva creación del hombre como de su mujer; a los cuales se les había dotado de un cuerpo,
(cosa que ellos no le fue dado) Satanás se la ingenió para que desobedecieran
el mandato divino engañando a la pareja, con el fin de enemistarlos con Dios.
Fue
así que, con el poder que tenía y tiene todavía de transformarse, tomó la
inofensiva forma de una serpiente que hablaba y aconsejaba a la mujer para
inducirla a desobedecer lo ordenado por Dios. No sabemos cuánto tiempo empleó
en esa tarea, para que la mujer pudiera entrar en confianza con él; ya que el
tiempo era lo menos que le importaba, a fin de lograr su cometido. Lo
importante era que quebrantaran la orden dada por Dios, e inducirle a que
hicieran lo que él deseaba, con el fin de esclavizarlos y ponerlos a su
servicio. Algunos podrán objetar eso de la serpiente que hablaba con la mujer,
pues él puede mucho más que eso. En 2 Corintios 11.14 dice: “Y no es maravilla, porque el
mismo Satanás se disfraza como ángel de luz”.
Debido a que muy a menudo
se oye decir, ¿Por qué Dios permitió que el diablo hiciera eso o porque no lo eliminó
de una sola vez? Para poder entender mejor la situación entre
Dios, y Satanás con sus ángeles, se explicará de la siguiente manera: Tomando como
ejemplo la situación de un
conflicto actual, que existe entre dos naciones asimétricas, en cuando a poder;
las cuales tienen una guerra desde hace trece años y no han podido todavía concluir ese
conflicto; entre Estados Unidos y Afganistán. Un relato (Tomado de Internet) dice:
En el 2001 los Estados Unidos, ayudados por una coalición internacional, como reacción
a los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York,
y respondiendo a una política de persecución del grupo Al Quaeda en la región
por parte del gobierno estadounidense, derribaron al gobierno talibán,
autorizando a través del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas la creación de
una fuerza internacional para ayudar al régimen del Presidente de Afganistán Hamid Karzai.
A pesar de esa
asimetría existente entre esas dos naciones,
no han conseguido estabilizar el país, que se encuentra inmerso en
continuo derramamiento de sangre y una
guerra constante.
Ahora
viene la pregunta: ¿Será que a la nación más poderosa de esta tierra en
armamento, junto con su coalición de naciones les faltarán medios, o poder bélico, para poner de rodilla y volver esa nación a la
edad de la piedra? Estamos seguros que no; pero hay cosas que no se pueden hacer solamente aplicando la fuerza,
aun teniendo todo el poder y autoridad
disponible. Hay otros factores a
considerar como el derecho a la defensa y a la vida.
Pues
hay muchos hoy día que dicen: ¿Por qué Dios no destruyó a Satanás desde un
principio, porque deja que todavía actúe en este mundo? La respuesta podría
ser: Dios representa la perfección, la Justicia, el amor, y la paciencia. Él no
se complace con la muerte o destrucción del pecador, pero de ningún modo
tendrá por inocente al malvado Éxodo 34:7.
Todo
lo que Dios hace, y la manera como lo ejecuta, siempre está dentro del marco de
la justicia Divina. Recordando siempre que fue Dios quien le dio a Satanás el
poder que él ostenta; y con ese poder y sabiduría que Dios le dio es que se le
opone a sus planes. Basta con leer lo que se le reveló a Daniel cuando le fue
enviado un mensaje con el ángel, para
darse cuenta de esa lucha asimétrica entre Dios y Satanás como ese príncipe de
Persia.
En Daniel
10.13 que dice: “Pero durante veintiún días el espíritu del príncipe del reino de Persia
me impidió el paso. Entonces vino a ayudarme Miguel, uno de los arcángeles, y
lo dejé allí con los príncipes del reino de Persia. NTV Esto no da la idea
que aunque Dios había permitido que el ángel de Jehová diera una respuesta a
Daniel, Satanás bajo el seudónimo del príncipe del reino de Persia con sus
argumentaciones se le opuso por veintiún días.
Dios
aún de lo malo le saca provecho.
Aunque
la transgresión de la primera pareja causó, que tanto ellos, como toda la raza
humana se enemistara con Dios, Él en su misericordia la rescataría
de la esclavitud del pecado y de las manos de Satanás; enviando a su hijo Jesús
como el Salvador. Esa desobediencia hizo que el hombre adquiriera una mayor comprensión de la situación, y a estar
más acorde con la realidad que los rodeaba. El mismo Dios lo afirmó al decir: He aquí el
hombre es Como uno de nosotros“; ya que habían adquirido el conocimiento
del bien y del mal.
Aunque
el pecado los había degradados y separados de Dios, por cuanto esa transgresión
estableció una separación entre lo Santo y lo profano; en lo que concierne
a esa facultad de poder discernir, desde
ese momento habían adquirido un conocimiento que antes no tenían. Claro que
esa desobediencia les traería graves consecuencias, como la separación entre
ellos y su creador, la pérdida de esa
comunión que disfrutaban, y la permanencia en ese huerto que habían compartido
desde que fueron creados. Pero lo
maravilloso de todo eso fue, que Dios no abandonó la pareja y al momento les
dio la promesa de un Salvador.
De ésta manera se puede decir que, así como la caída
de Adán hizo separación entre Dios y el hombre; trayendo el pecado, la muerte y
la miseria a este mundo; Jesucristo
derribó esa pared intermedia de separación. Todo lo que aconteció le ha servido
al hombre, por medio del Espíritu de Dios tener un conocimiento más profundo de él, de lo que
puedan tener los ángeles (los que no pecaron). Cosa que se manifestará el día
del advenimiento de la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
El mismo Jesús confirma esa similitud entre el
creyente y su Creador al declararlo en
esa oración sacerdotal dirigida al Padre en Juan 17.22-23 diciendo: “La
gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos
uno. 23 Yo en ellos, y tú en mí, para
que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y
que los has amado a ellos como también a mí me has amado.
No pienso que sea difícil poder entender las palabras
y el significado de esa unidad, gloria y amor que Jesús le manifiesta al Padre,
de que somos una sola cosa con Él. Solo
debido a ese sacrificio efectuado por Jesús, se pudo obtener esa íntima
relación entre el hombre y su creador. Definitivamente la vida del hombre llegó a fusionarse con
Jesús y estar más cerca de Dios, de lo
que estaba antes de su caída.
Resumen del medio salvador.
Así
como Dios les imputó un castigo a Satanás y sus ángeles que pecaron, también el
hombre tenía que sufrir el castigo por su desobediencia, con la muerte eterna
de su alma. Con la diferencia que para el hombre implicaba también la muerte
física; por poseer un cuerpo que los
ángeles no tenían.
Sin
embargo Dios en su gran amor y soberana voluntad, quiso socorrer al hombre
concediéndole una oportunidad;
proporcionándole la promesa de un Salvador, a Jesucristo. El cual
moriría para rescatar los pecados de la humanidad. De manera que todo aquel que creería en su
muerte y resurrección salvaría su alma
de la condenación eterna.
Aunque
el hombre por medio de esa fe en Jesús, sería justificado y reconciliado con
Dios. Esto no lo libraría de la muerte de su cuerpo, que es algo que está
establecido para todos los hombres hasta que la muerte sea destruida.
Debemos
tener siempre presente, que esta oportunidad de ser rescatados fue un acto de misericordia de Dios hacia el
hombre. Cosa que en su soberanía no se
la concedió a los ángeles que siguieron a Satanás en esa rebelión, como ya vimos por lo que
dice en Hebreos 2.16.
Con
este acto de misericordia hacia el hombre, se establecería una relación más íntima con su creador, y a
la vez superior a los ángeles. Ellos según nos revela la palabra de Dios,
observan en nosotros los acontecimientos de esta vida, las consecuencias del
pecado, como también la fe y la esperanza plena, que depositamos en Dios. Aún sin
haberle visto le amamos y hemos depositado nuestra confianza en Él. Así lo
revela en 1Pedro 1.12 al decir: “cosas en las cuales anhelan mirar los
ángeles”.
Ellos por supuesto no tienen la experiencia que
tenemos nosotros (refiriéndonos a los ángeles que no pecaron). En efecto el apóstol Pablo en 1Corintios 4.9
dice: Porque según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles
como postreros, como sentenciados a muerte; pues hemos llegado a ser
espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres.
Como el
creyente debería ver la muerte.
De la misma manera como Pablo veía esta vida, es como
el creyente debería verla. Él estaba en
la cárcel, le pesaban los años, y sentía que se acercaba el día de dejar este
mundo, pero no dejaba de aconsejar a su “hijo Timoteo” de cómo tenía que
considerar esta vida, con respeto a la venidera. Poniéndose como ejemplo, de
cómo comportarse, como servir con
alegría, darse por entero a Aquel que nos amó, y seguir adelante aun sufriendo
las injusticias que esta vida puedan ocasionar.
Es así que tanto para él como para nosotros, la muerte
tendría que haber perdido todo su poder, y cada creyente bebería considerarla, solo como las consecuencias de
una disciplina a la cual debemos de estar sometidos hasta el día de nuestra
redención.
De tal manera que lo maravilloso de todo esto es: que
por los méritos de Jesucristo, el beneficio no solamente alcanzó el alma que
llegó a ser una sola cosa con Dios; sino hasta para el cuerpo, el cual será
transformado igual al de la gloria de Jesucristo, cuando se levantó
gloriosamente de entre los muertos con un cuerpo glorificado. Así lo afirma su
palabra en Filipenses 3.21 que dice: El cual transformará el cuerpo de la
humillación nuestra, para que sea
semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede
también sujetar a sí mismo todas las cosas.
La condición del hombre para que pueda estar completo solamente
será, cuando esté como Dios lo hizo al
principio, espíritu alma y cuerpo y en
plena comunión con Él. De manera que, aunque el alma sin el cuerpo sigue
viviendo, por ser eterna, estaría incompleta sin el cuerpo. Es por eso que Jesucristo revestirá a los que creen
en Él con uno aún más glorioso. Como dice en Juan 6.40 “Y esta es la voluntad del que me ha
enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo
le resucitaré en el día postrero”.
Por otra parte aunque la muerte trae beneficios para
el creyente, siempre tiene que ser considerada como un enemigo del hombre. Ya
que es portador de profundo dolor para el ser humano, con separaciones
violentas, causadas por enfermedades, delincuencias, guerras,
catástrofes, y accidentes tanto de adultos como de niños. Cosa que el Dios
eterno nunca hubiera consentido, de no ser por aplicarla como el justo castigo
por el pecado.
David
describió ese lugar donde se encontrará el alma después de separarse del
cuerpo, como “un valle de sombras de muerte”. Jesús estando frente a la tumba
de Lázaro que había muerto, viendo el dolor que embargaba a los presentes
conmoviéndose, él también lloró. El
apóstol Pablo lo describe como un enemigo que será destruido. En 1
Corintios 15.26 dice: “Y el postrer
enemigo que será destruido es la muerte”.
Luego
en Apocalipsis (20.14) Juan nos revela cuál
será su destino final, y como será destruida al decir: “la Muerte y el Hades
serán lanzados en el lago de fuego”. Como podemos ver es un enemigo del
hombre. Sin embargo debido a que Jesucristo pagó el precio nos ha librado de
sus garras, teniendo poder sobre ella.
En
2 Corintios 5 el apóstol da una idea de cómo él preferiría que se efectuara ese cambio en su vida, (de
ser eso posible). Que ese pase de esta vida a la otra fuera en un abrir y cerrar de
ojos; Y no ese proceso normal que es lo que le espera después que este cuerpo
perece. Dando a entender que aceptaría con más agrado el hecho de ser revestido
de una vez, y librarse, o evadir ese proceso normal de ser como él dice,
“desnudados”, (refiriéndose al alma que deja el cuerpo) y estar separados de él, para que luego de un
tiempo ser revestidos nuevamente.
Él
hubiera Preferido ser transformado en un abrir y cerrar de ojos
como él lo describe en 1 Corintios 15.52
“en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta;
porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y
nosotros seremos transformados”. Eso era lo que el apóstol anhelaba, en
lugar de morir y luego de un tiempo ser revestido nuevamente de un cuerpo.
Como
también detalla la gran diferencia,
entre lo que somos ahora y seremos luego, comparándolo con la analogía, de este
cuerpo como una casa; con el edificio el cual nos espera al resucitar (con un
cuerpo glorificado). Cosa que lo impulsa a partir de este mundo para estar con
el Señor. Dando a entender con esto, que aunque la muerte es un enemigo del
hombre, mucho más será el gozo que le proporcionará al alma al estar con el
Señor.
Él
lo expone en 1Corintios 5.1-10 de la
siguiente manera: “Sabemos
que si nuestra morada terrestre, este
tabernáculo, se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha por
manos, eterna, en los cielos. Y por
esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación
celestial, pues
así seremos hallados vestidos y no desnudos. Asimismo los
que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia, pues no quisiéramos ser
desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Pero el que nos hizo para esto mismo
es Dios, quien nos ha dado el Espíritu como garantía. Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que
entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista). Pero estamos confiados, y más aún queremos
estar ausentes del cuerpo y presentes al Señor. Por tanto, procuramos también, o ausentes o presentes,
serle agradables, porque es necesario
que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno
reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o
sea malo”.
Un
lugar de consolación y reposo para el creyente.
Un
ejemplo de lo que significa estar en el más allá con el Señor, y compararlo
con el vivir en este mundo, lo podemos comprender del relato que se
encuentra en 1 de Samuel 28. Esa historia nos narra, el momento cuando Dios se
apartó de Saúl, rey de Israel; debido a que él no obedeció el mandato
específico que Dios le dio en su totalidad, de destruir a Amalec, el enemigo del
pueblo de Israel. Saúl Cumplió el mandato de una manera parcial, razón por la
cual Dios lo rechazó como rey de su pueblo.
Después de la muerte del profeta Samuel, Saúl no
contaba ni con la guía de Dios, que no le respondía por haberse apartado de él,
ni con la del profeta que ya no estaba. De esta
manera se encontró sin tener a quien consultar, para la conducción del
pueblo de Israel.
Un día cuando supo que el ejército filisteo se
estaba preparando, para atacar a Israel, desesperado por no saber qué hacer,
ocultamente recurre a una adivina que vivía en Endor. Al llegar al sitio le
dice a la mujer que le haga venir a Samuel. La mujer no sabiendo que era el rey le dice: Tú sabes cómo Saúl ha eliminado a los adivinos
de esta tierra y ha prohibido eso. Pero él
le juró que no la delataría. Cuando la mujer invoca para llamar a Samuel, ella
se asustó y lanzó un grito, porque vio que alguien se presentaba realmente cosa
que seguramente no había acontecido anteriormente ni estaba acostumbrada a ver.
Descubriendo así que el que estaba allí era el Rey Saúl.
En
ese episodio, ciertamente fue Dios que tuvo misericordia de Saúl y permitió que
Samuel se presentara, regresando del más allá para hablar con el Rey, y no por
las facultades de la adivina, la cual se
asustó toda. Todo este relato de Saúl y del profeta Samuel, que le
fue permitido regresar del más allá por un breve momento, es con el fin de
enfatizar las primeras palabras que Samuel pronunció cuando se dirige al rey,
que fueron las siguientes: ¿Porque me has inquietado haciéndome venir?
Parece ser que el profeta cambió su actitud hacia Saúl, ya que estando en vida
lo amaba mucho.
Esas palabras denotan como una reprensión
hacia Saúl, a pesar que en el tiempo que él vivía, lo amaba y lloraba por él pidiéndole a Dios que no continuara
rechazándole. A tal punto que un día fue reprendido por él, por esa
persistencia, para que no siguiera pidiéndole más por Saúl. Esto se encuentra
en 1Samuel 16.1 donde Dios le dijo a Samuel: ¿Hasta cuándo llorarás a Saúl,
habiéndolo yo desechado para que no reine sobre Israel? De esto podemos
darnos una idea de cómo él quería estando en vida ayudar a Saúl.
Pero ahora cuando el rey Saúl está en esa
angustia, Samuel que tiene conocimiento de la situación y lo que acontecería en
ese batalla, en lugar de dirigirse a él con palabras de aliento para aliviar su
angustia; se dirige a él duramente por haberlo hecho regresar a esta vida
aunque sea por esos pocos minutos que pudo durar esa conversación diciéndole: ¿Porque
me has inquietado haciéndome venir?
Tanta
sería la paz el gozo que estaba disfrutando, que esos pocos minutos fueron
considerados una molestia de parte de Saúl. Al que estando en vida lo había
presentado delante de Dios en oración, e intercedido a tal punto por él que
recibió una reprensión. Samuel se estaría gozando en la presencia de su
Salvador, y los patriarcas cuando recibió la orden de acudir y hablar con Saúl.
Bien
dijo el rey David en el Salmo 84.10 “Porque mejor es un día en tus atrios que
mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios,
Que habitar en las moradas de maldad” (este mundo). Tal sería la consolación y paz que Samuel disfrutaba en ese sitio, que pudo pensar: “Saúl no aprende, ahora me
hace perder un tiempo preciosos en la compañía de Dios y sus redimidos;
haciéndome venir, realmente me ha inquietado”.
La
muerte para el impío
Es
importante puntualizar que para los que no han tenido un encuentro con Jesús en
su juventud, al llegar a una edad avanzada cerca del fin de su vida en este planeta; se encuentran desorientados y
sin haber comprendido adecuadamente lo que signifique para el ser humano tener
que abandonar este mundo. Algunos se
encuentran en condiciones físicas tales, que ya no pueden saber con claridad lo
que está por acontecer en su vida, ni la
importancia de ese acontecimiento y el significado de enfrentarse a esa nueva vida, después de
haber dejado su cuerpo en esta tierra.
La palabra de Dios, siempre aconsejando al
hombre por su propio bien, le advierte de buscarle en el momento más oportuno
de su vida para acudir a él. En el libro
de Eclesiastés 12.1: lo aconseja diciendo: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de
los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento”. Esto quiere
decir que llega un momento en la vida cuando ya no le importa nada de lo que
pueda acontecer, como decir; ni le va ni le viene. Esto se debe a que se pierde
el interés por las emociones y las cosas
de esta vida, y ya nada le proporciona alegría. Sin tener conciencia que, de
esta vida sin sabor para él, pasa a otra de sufrimiento eterno.
Esta
es la consecuencia de no haber tomado en
cuenta para nada, que Dios en el transcurso de los años en varias oportunidades
le presentó el mensaje de salvación por medio de un amigo, un pariente, un
esposo o esposa, sin darle la menor importancia. Si accedió en acompañar a su
cónyuge o amigo a la iglesia para oír el mensaje de la palabra de Dios, fue más
por complacer a la persona que lo invitó, que por la necesidad de conocer de
Dios y el camino de la salvación.
La
parte más lamentable de todo esto es:
que al llegar ese momento crítico de su vida, ignore completamente, que al
llegar el día de abandonar este mundo; de una situación donde nada le satisface
en esta vida, pasará a otra de sufrimiento eterno. Todo esto por el solo hecho
de haber desperdiciado el tiempo que se le permitió vivir; y no haberlo aprovechado en el tiempo oportuno para
buscar a Dios; en el cual podía
hallar al Salvador de su alma. Así como el rico en el Hades, en el relato de Lucas 16. Donde trata sin éxito, de
regresar a este mundo “para avisar a sus hermanos”.
Como
también habrá otros, que se encuentran padeciendo alguna enfermedad, hasta
llegar a desear la muerte, para dejar de sufrir. Desconociendo, que de no haber
asegurado su alma con Jesucristo como su Salvador; lo que le espera en el más
allá, será como cruzar la línea de una
frontera, de malestares y sufrimientos; para enfrentarse al Juez de todas las almas. Sin tener en ese
encuentro algo positivo que acredite su salvación.
Cuando
alguien se encuentra en ese momento tan
crucial, al estar cerca para cruzar esa línea que divide este mundo físico, de lo desconocido e
intangible; lo único que trata de hacer,
es aferrarse a esta vida, sin la mínima
preocupación de lo que le espera en el más allá si no ha buscado refugio en
Jesucristo.
Falsas expectativas para el futuro.
No
es la intención de poner las cosas trágicas
en esta exposición, pero tampoco se quiere dar falsas
expectativas como lo hacen en otros
credos, que enseñan la existencia de una segunda oportunidad de salvación
después de la muerte. Tales como,
la aniquilación o el sueño del alma; comparándolo a ese momento cuando
dormirnos que perdemos toda noción de
nuestra existencia, hasta despertar.
Utilizando esa experiencia que tenemos
diariamente al dormir comparándola con
la muerte, alegando que al morir no habrá más razón ni conocimiento de nuestra
pasada existencia. Dando luego una posible oportunidad de resurrección si su alma está en la mente
de Dios, por haber obrado de manera adecuada en esta vida. Esta teoría no se encuentra en ninguna enseñanza bíblica,
ya que la salvación no es por las obras que uno pueda hacer.
Otros
prometen un purgatorio, otros la reencarnación el nirvana Etc. Nos preguntamos, si estos maestros de las escrituras
no han leído la enseñanza dada por Jesucristo en Lucas 16 del rico y Lázaro, y
lo que allí enseña de la situación del alma después de la muerte.
El propósito de este estudio no es el de
presentar una religión en particular, ya que ninguna religión salva el alma del
hombre sino Jesucristo. Lo que nos mueve es, el de dar a conocer las verdades
que la palabra de Dios enseña; las cuales son evidentes en este estudio por las
muchas citas bíblicas que acompañan esta exposición. Y cuya verdad central para
la salvación del alma es acudir a Jesucristo, como dice 1 Timoteo 2.5 “Porque hay un solo
Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”.
El creyente frente a la muerte.
Para el
cristiano verdadero el escenario referente a la muerte tiene que ser diferente.
Así como no tiene que desearla, tampoco le debe infundir temor alguno, más bien
la debe considerar como el último peldaño de la vida, para ese encuentro
glorioso, que le permitirá conocer cara a cara a su Redentor. A aquel que por
su gran amor dio su vida por nosotros, y
al dar su vida nos libró de la condenación eterna. A ese Jesús que es la esencia de nuestra vida, que
en repetidas ocasiones acudimos en oración al Padre en su nombre.
Dios
nos ha elevado a tal punto que hemos llegado a ser hijos de Él. La
palabra nos declara herederos de Dios, y coherederos con Cristo
poniéndonos así al mismo nivel de su
Hijo, para ser una sola cosa con Él. Así lo afirma su palabra en 1 Juan 3.2 que dice: “Amados, ahora somos hijos de
Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él
se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”.
Luego en Romanos 8.17dice: “Y si hijos, también herederos;
herederos de Dios y coherederos con
Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.”
Es
cierto que el pecado nos degradó, y nos esclavizó, mas Cristo nos rescató y nos
elevó hasta los cielos. Como dice en Efesios 2.6 “y juntamente
con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con
Cristo Jesús”.
Un balance de la situación de la vida.
Así
que ahora ya no nos espera un huerto, como aquel en que estuvieron nuestros
primeros padres, sino toda la creación y los mismos cielos estarán a nuestro
alcance como herederos. Adán y Eva estaban ausentes de lo que había sucedido en
el cielo, no sabían lo que estaba aconteciendo debido a su inocencia, pero
nosotros conoceremos todas las cosas en sus
mínimos detalles.
Ellos
únicamente conversaban en el huerto con Dios pero sin poderle ver, mas nosotros estaremos con Jesucristo que nos hizo ciudadanos de los cielos y
conoceremos el universo en su plenitud. 1 Corintios 13.12 lo dice: “Ahora
vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco
en parte; pero entonces conoceré como fui conocido”. Luego en Filipenses 3.20 Agrega: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos,
de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.
Algunas
veces cuando se conversa con un creyente que ha perdido algún familiar, se nota
que aun siendo un hijo de Dios, le tiene cierto temor a la muerte y solo posee en sus mentes ideas muy vagas, de las
condiciones de los muertos en el más allá. El creyente tiene que descansar en
su Salvador y amarle, ya que a Dios no le agrada que tengamos temor. En 1 Juan 4.18 lo dice, “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor;
porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido
perfeccionado en el amor”.
Seguramente
no faltarán algunos creyentes, que se encuentran muy cómodos en la vida de este
mundo, saben que son salvos por la gracia de Dios, y viven normalmente sin
mucho interés en la vida espiritual. Van a la iglesia los domingos, se
comportan de una manera intachable a los ojos de los que les rodean; el futuro no los inquieta para nada y buscan
afanosamente su bienestar entre las cosas efímeras de este mundo.
Es difícil
que en ellos se despierte ese sentido de servicio, hacia aquellos que no
conocen todavía la gracia de Dios, ni de
la vida que les espera en esa otra dimensión. A veces a ellos mismos se les dificulta entender lo
que dijo el sabio Salomón: que en esta vida todo es vanidad y aflicción de
espíritu.
Cuando Dios nota
que algunos de sus hijos actúan de esa manera, alumbrados solo por las cosas
terrenales, él permite con algunas
pruebas y problemas de corregir esas actitudes que no están acorde con
la vida de un creyente cuyo norte tiene que ser Dios. No se quiere decir, que
preocuparse por el bienestar de uno y de su
familia sea malo; sino que el creyente debe mantener en todo tiempo un
equilibrio entre su vida cotidiana y la espiritual. Esto es, con el fin de
evitar el estar tan apegados a esta vida pasajera, y andar solamente detrás del
bienestar transitorio.
A veces estas
aflicciones que Dios permite, pueden venir por medio de debilidades por parte
del esposo o de la esposa, o permitirlas por un hijo o una hija rebelde, o con
alguna de esas enfermedades que no se curan fácilmente. Con el fin de que acuda a Dios para pedir ayuda, y
darse cuenta que esta vida solo ofrece aflicciones de espíritu. A veces estas
aflicciones, y amarguras despiertan nuestra fe, de manera que anhelemos más lo que Dios tiene preparado
para los que le aman; que lo que esta vida les pueda ofrecer.
El tiempo de
nuestra vida es de Dios.
Cuando
meditamos pensando en algunos de nuestros conocidos o familiares que le llegó
la hora de su muerte en plena juventud, y que no pudieron realizar las metas
que tenían planificadas, nos damos
cuenta que la muerte es inclemente, que no se compadece de nadie. Siempre
debemos pensar que Dios tiene un tiempo para todo. Hasta para Jesús hubo un
tiempo y aunque murió joven, él terminó la obra que se le había encomendado; así lo dijo en Juan 17.4 “Yo te he glorificado en la
tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese”.
Mientras
Jesús sabía que su misión estaba por cumplirse, en la mente de sus discípulos
residían ideas y pensamientos muy distintos a la realidad;
para ellos las expectativas del ministerio de Jesús eran muy diferentes. Estas
son las mismas actitudes y pensamientos vagos, que tienen algunos creyentes hoy día, de las
cosas de esta vida y de las que nos esperan en el futuro.
Los
que seguían a Jesús, estaban seguros que él todavía no había ni siquiera
iniciado su misión liberadora, porque esperaban el momento cuando Jesús se
levantara para derrotar al Imperio Romano, y estableciera su Reino en Israel.
Tanto eran así sus ideas y pensamientos, que la madre de Santiago y Juan, ya
tenía en su mente el lugar donde quería que estuviesen sus hijos, en ese nuevo
reinado. En Mateo 20.21 se le acercó
para pedirle algo a Jesús. Y Él le dijo: “¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena
que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro
a tu izquierda”. No sabía ni se imaginaba, el tiempo que tendría que transcurrir
para la llegada de su reinado.
Solamente
Dios conoce nuestra misión en este mundo, como también el propósito por el cual
fuimos llamados, en nuestros contados
días. Nosotros aunque debemos cuidar este cuerpo, en ningún momento debemos
tratar de agarrarnos a la vida más de lo que Dios ha establecido, (aunque no
podríamos) ni tratar de quitárnosla antes del tiempo porque no nos gobernamos a
nosotros mismo; somos ovejas de Su prado, y dependemos de Dios nuestro creador.
Hay algunos que evitan hablar del tema de la muerte como si fuera algo
pavoroso, mientras es saludable hablar de ella de una manera normal, para poder
estar claros sobre lo que inevitablemente nos espera en el futuro. Donde todas las cosas realizadas, como las
que se retenían muy importantes, de repente, dejarán de serlo quedando solo un
efímero recuerdo. Solo después de llegar a esa nueva morada, nos daremos cuenta de la realidad de las cosas, de las que
realmente son en esa nueva dimensión.
Allí algunos se darán cuenta que de todo el tiempo que tuvieron a su disposición para servir al Señor, en
muchas ocasiones manifestaban de no poder hacerlo, ni poder asistir con
normalidad a los servicios de la iglesia, imposibilitados a causa, del trabajo,
del estudio, de cuidar al bebé, el transporte, y otros pretextos, los cuales
desvanecían cuando se trataba de algún asunto de interés personal.
Posiblemente nunca se tomó un tiempo para meditar y
pensar, que Dios conocía todos y cada uno de sus más íntimos pensamientos, como
las intenciones del corazón; y las evasivas que anteponía a los anuncios del
siervo de Dios para el servicio de la obra. No se daban cuenta, o nunca entendieron el verdadero significado de la
morada de Dios en el creyente; del
Espíritu Santo que vino a morar en sus vidas desde el día de haber creído.
Razón por la cual el Espíritu escudriñaba todas, sus intenciones, obras, pensamientos, y
movimientos. A llegar a la presencia de Dios, se avergonzarán de todas esas evasivas,
actitudes y pretextos. No imaginaban que su mente y
pensamientos, eran para Dios como un libro abierto, conociéndolo absolutamente
todo.
Ahora
cada uno se dará cuenta del valor de los
consejos, las enseñanzas de las predicaciones que el siervo de Dios daba desde
el pulpito; de los cuales, siempre habían considerado que eran pensamientos del
predicador. Mientras eran palabras y consejos guiados por el Espíritu de Dios
utilizando su boca y voz. Ni hablar de los estudios bíblicos,
los servicios de oración, de los cuales nunca se interesaron en asistir, ni la meditación personal y
estudio de la palabra de Dios. Pero si se sabían el salmo 23 de memoria.
Muchos
se encontrarán en ese día sin muchas obras a su favor, al presentarse delante
de Aquel que lo dio todo para salvarlo; estarán avergonzados ya que sus obras
no pasaron la prueba del fuego, solo tendrán la salvación, porque esa no
dependía de lo que ellos podían hacer o hicieron, ya que ella es un don de Dios
por creer en su Hijo Jesucristo.
Así
lo describe el apóstol Pablo en 1 Corintios 3.12-16 “Si alguien edifica sobre este fundamento con oro,
plata y piedras preciosas, o con madera, heno y hojarasca, la obra de cada uno
se hará manifiesta, porque el día la pondrá al descubierto, pues por el fuego
será revelada. La obra de cada uno, sea la que sea, el fuego
la probará. Si permanece la
obra de alguno que sobreedificó, él recibirá recompensa. Si la obra de alguno
se quema, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por
fuego. ¿Acaso
no sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios está en vosotros”? Y se podría agregar: ¿Y sois vigilados celosamente
por Él?
Dos
cuerpos de gloria, el celestial y el terrenal
Se
comenzará diciendo que cada creyente, tiene que tener claro en su mente, de qué
manera Dios efectuará ese acto de
revestir el alma con un nuevo cuerpo de gloria; que comúnmente se conoce
como la resurrección. Teniendo presente lo que el apóstol Pablo nos enseña en 1
Corintios 15.40 que dice: “Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales;
pero una es la gloria de los
celestiales, y otra la de los terrenales”.
Tengamos
presente, que el apóstol Pablo cuando dice que hay cuerpos terrenales,
en ningún momento se está refiriendo al actual cuerpo de pecado. Sino a ese cuerpo que tendrán todos los que participarán de la primera
resurrección, y reinarán con Cristo durante
el milenio; para luego heredar esa nueva creación, de cielo y tierra nueva.
Como Israel, y las naciones que se salvaron durante el milenio.
Mientras
los cuerpos celestiales pertenecen a
aquellos creyentes cuya morada es el cielo; de los cuales habla en Efesios 2.6
que dice: “Y juntamente con él nos resucitó, y
asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”.
Los cuales por ser ciudadanos del cielo
tendrán cuerpos celestiales. Y los herederos de la tierra tendrán cuerpos
terrenales; por supuesto que serán cuerpos glorificados no sujetos a la
muerte ni al pecado.
Una aclaratoria sobre una supuesta
igualdad.
Debido
a lo que el apóstol explica en ese capítulo 15, de Corintios el cual
dedica a la resurrección, es opinión del
escribiente, como está también bien definido en la palabra, que habrán dos
tipos de cuerpos de resurrección, con los cuales serán revestidos los redimidos después de la
muerte. Unos como se dijo tendrán esos cuerpos celestiales y otros los
terrenales. No se disertará en este estudio para quienes será el uno, u el otro, por pertenecer este
argumento al estudio de la resurrección. Como también, que esas asignaciones
solo pertenecen al supremo y justo Juez Jesucristo; de hacerlo nosotros
estaríamos tratando de penetrar en esas cosa que solo Dios conoce, y
no han llegado a pensamiento de hombre.
Pero sí se quiere mencionar, que algunos discrepan de este pensamiento, de
que hay dos tipos de cuerpos para los
escogidos; de los cuales para algunos serán
celestiales, y para otros terrenales.
Como se dijo algunos no comparten esta
teoría, por no estar de acuerdo con la
manera de ellos pensar; ya que ellos asumen, que todos los que creen en
Jesucristo son iguales delante de Dios.
Según ese pensamiento todos tendrán la misma participación e igualdad en
las cosas celestiales, que Jesús tiene preparadas para los que le aman.
Apoyando esa teoría, con lo que la palabra afirma que Dios no hace acepción de personas, que todos
los que creen en Él son sus hijos, que todos formamos parte de la esposa y del
cuerpo de Cristo etc.
Por supuesto que todas las cosas expuestas en el anterior párrafo son ciertas, el problema está en que no se
toma en cuenta, ni se hace diferencia alguna, entre la salvación que es por
gracia, por ser un don de Dios, sin que esté involucrado ningún mérito humano. Y lo que concierne a las obras que son algo muy
diferente, y son tomadas muy en cuenta por Dios, para premiar a los que se esfuerzan en el trabajo de su obra
en esta tierra.
Está muy claro que la salvación
es una sola y eso no tiene discusión; y sabemos que ella no tiene grados, ya que no hay unos que sean más salvos que otros, ni
menos salvos. Debido a que no es por obras y por supuesto que es igual para
todos. Mientras para el obrar Dios tiene contemplado una recompensa
proporcional para ese trabajo.
Al no diferenciar el concepto de salvación, de la otra parte no menos importante, que son
las obras; es seguramente lo que da lugar para que algunos piensen que para
Dios el obrar es algo no muy relevante,
dando lugar a que fácilmente se pueda pensar en la existencia de esa supuesta igualdad.
Sin embargo la palabra nos da a
entender que aparte de ser dos cosas muy bien definidas y separadas entre sí,
las obras tendrán su recompensa en el
tribunal de Cristo. En Romanos 4.4
explica de una manera muy clara lo que
se acaba de exponer al decir: “Pero al que obra, no se le cuenta el
salario como gracia, (como lo es la
salvación) sino como deuda”. De manera que el Señor al venir pagará esa
deuda a cada uno conforme a la obra de cada cual; así está escrito en
Apocalipsis 22.12 que dice: He
aquí yo vengo pronto, y mi galardón
conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.
Entonces ¿en qué consiste esa supuesta similitud? En justicia no se puede esperar que el día
que todos estemos en ese tribunal de Cristo, exista esa supuesta igualdad;
claramente el Señor otorgará como leímos esos galardones según su justo juicio
por las obras que cada creyente haya acumulado
en su vida. Entonces sí hay que admitir,
que hay diferencia entre unos y otros; entre los que obraron abundantemente y
los que tan solamente se conformaron con ser salvos.
Por lo que nos revela el siguiente versículo entre los muchos algunos no
tendrán obra alguna con valor
espiritual, como está muy bien definido en 1 Corintios 3.15 que dice: “Si la obra de alguno se
quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por
fuego”. Para los que creen en esa supuesta igualdad, ¿qué pensarán o
como interpretarán, esa pérdida que algunos sufrirán? ¿Acaso no da eso la idea que la salvación y las obras son dos cosas completamente diferentes? Luego para que algunos no piensen que eso
afecta la salvación, la palabra muy
sabiamente lo aclara, diciendo que será
salvo aún sin ellas, ya que no es por obras sino por gracia.
Los que piensan en esa supuesta igualdad, no toman en cuenta para nada, la recompensa que
cada uno recibirá en el tribunal de Cristo, o cuando Él venga. La cual será
proporcional, a la obra efectuada por cada uno
en este mundo. Mientras que la
salvación sí es igual para todos, no habiendo diferencia alguna entre unos y
otros, ya que ser salvos, es sinónimo de
ser rescatados eternamente de las garras satánicas, y de no ser por
obras.
Resumen.
Si a ver
vamos en toda la creación
existe una jerarquía, no se entiende porque no puede haberla en el grupo de los creyentes. Hasta en la misma trinidad, que es el único Dios, siendo una sola cosa, el mismo Jesús dijo: el Padre es mayor
que yo. Luego si analizamos el
cielo, que podríamos llamar “la familia
de Dios”, allí también hay grados tales
como: arcángeles, ángeles, Serafines, Querubines, ancianos etc. Así que no
tiene nada de extraño que entre los escogidos
existan diferentes categorías.
Por ejemplo no es lo mismo ser un ferviente y
ejemplar creyente esforzado en la obra de Dios, que un israelita, el cual aun
siendo un escogido, todavía no ha creído en Jesús y su obra redentora. Como
tampoco podrá ser lo mismo para esos israelitas que murieron en el desierto por
desconfiar y tentar muchas veces a Dios; que los que les fueron fieles, como Moisés, Aarón, Josué y Caleb,
entre otros, los cuales confiaron
plenamente en Dios. En justicia, aun viéndolo desde un punto de vista humano tiene que haber una diferencia que solo el
justo juez podrá determinar.
El cuerpo de resurrección y su contextura.
Como vimos anteriormente que los muertos en Cristo resucitarán, sea cual
fuere, el cuerpo de resurrección que Cristo le tiene a todo aquel que cree en Él; nosotros tenemos
que estar claros, que este nuevo cuerpo no tiene relación alguna, con el que
tenemos actualmente; ya que será mucho más excelente por ser celestial. Ni
tiene semejanza a las varias resurrecciones habidas en el pasado, como la del hijo de la viuda en
el tiempo de Elías, en 1Reyes 17.22, ni
la de Lázaro por Jesús en Juan 11.44, ni la de Tabita por Pedro en Hechos 9.40.
Las cuales fueron temporales, permitidas por Dios tanto para demostrar, Su poder sobre la muerte, como el
poder de la oración de fe.
Ya que luego todos ellos volvieron al
morir, para cumplir con el
destino que al cuerpo le ha sido previamente asignado, de regresar al polvo de la tierra. Estando las almas de los que creen en espera de ser revestidas de ese cuerpo
final y eterno. La resurrección que le espera al creyente será permanente. De eso habló Jesús muy claramente en Juan
11.25-26 diciendo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí,
aunque esté muerto, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no
morirá eternamente”.
En
1 tesalonicenses 4.15-18 nos dice como esta se efectuará: “Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que
nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos
a los que durmieron. El Señor mismo, con voz de
mando, con voz de arcángel y con
trompeta de Dios, descenderá del cielo. Entonces, los muertos en Cristo
resucitarán primero. Luego nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado,
seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes
para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas
palabras”.
Según
se nos explica este acto de resurrección, se efectuará en dos etapas, primero será
para los que ya están muertos cuyas
almas están con el Señor; Luego para los que estén todavía en vida en ese
momento, ya que el apóstol dice que “no precederemos a los que durmieron;”
enseñando que a continuación se efectuará la transformación de los que
están todavía en vida, los cuales subirán en las nubes para recibir al Señor en el
aire.
Ahora
bien, si los que murieron y están con el Señor y vienen con él, con un cuerpo
ya glorificado e inmortal, ya que ellos
resucitarán primero, no se explica cómo algunos puedan pensar que en ese
momento, se abran esas tumbas de los cementerios y tanto el polvo como los huesos de esos cuerpos descompuestos,
vuelen hacia donde está el Señor para que con esos elementos revista las almas
que vienen con Él. Para que luego los que vivan se unan a ellos y
sean transformados.
¿Algo absurdo verdad? Los que así piensan
menosprecian el poder creador de Dios y su
dominio sobre la materia; por
pensar que Él use esos restos humanos
para revestir de un cuerpo glorificado celestial las almas de sus redimidos. Bien,
lamentablemente eso es lo que está en la
mente de muchos creyentes, esa apertura de sepulcros y el ascender de esos
cuerpos que están en ellos. Olvidan que nuestros cuerpos forman parte de esta
tierra que Dios maldijo a causa del pecado en Génesis 3.17.
Pensar
que Dios necesita los elementos descompuestos de esos cadáveres es menospreciar
su poder creador. Él es el creador de la materia y si seremos como Él es, como
dice en Filipenses 3.21: “El
cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya” (De
Jesús). ¿A quién se le puede ocurrir, o siquiera pensar que el cuerpo de resurrección
el cual viene del cielo por ser celestial; esté compuesto de los elementos de
esta tierra cuando sabemos que el de Jesucristo descendió del cielo?
Además de todo
esto el apóstol Pablo en Romanos 6.5 confirma la inutilidad de este cuerpo
para Dios, ya que es solo materia. Y como se dijo, lo más precioso de nuestra
existencia es el alma; y sabemos que Jesucristo se sometió al sufrimiento
para salvar, las que fueron escogidas
antes de la fundación del mundo.
Es así refiriéndose al cuerpo el apóstol en el 6.5, 6
dice: “Porque si fuimos plantados
juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de
su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado
juntamente con él, para que el cuerpo
del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”. Ese
término “destruido” significa que no
será absolutamente utilizado nuevamente por Dios; ni como cuerpo, ni como la materia
que lo compone. El cuidado del cuerpo al fallecer.
Este argumento del entierro del cuerpo del difunto es
otro tema que es necesario abordar. Para que cada creyente, pueda entender bien
el papel que tendrá la materia de nuestro cuerpo al momento de la resurrección.
Lo que se debe tener presente, es que lo que se haga
con el cuerpo de un difunto, en línea general solo tiene importancia para el
familiar, y el afecto que le tenía al fallecido. Ya que para Dios lo que tiene valor del hombre, no es el cuerpo que es materia de
esta tierra, sino su alma y espíritu. A menudo la decisión que se tiene que tomar
referente al cuerpo del extinto, sea motivo de preocupación para algunos familiares
y creyentes, cuando se menciona la cremación.
Por supuesto que se deben respetar las actitudes ideas y sentimientos de los
familiares en cuanto a las decisiones
que puedan tomar con dichos cuerpos.
Hay los que pudiendo los sepultan, con
muchos detalles personales y tumbas excelentes. Otros con más disponibilidad,
hasta conservan esos cuerpos en sitios donde son congelados con nitrógeno
líquido a menos de 192 grados centígrados bajo cero, “esperando el día de la
resurrección”. Aunque todos esos cuidados se consideran inútiles, se tiene
mucho respeto a esas voluntades; sean para
las de conservaciones cuidadosa
de esos cuerpos, como también para los que deciden de incinerarlos.
Ya que, como se dijo anteriormente, eso no reviste
importancia para Dios. Porque de otra manera ¿qué pasaría con esos creyentes
cuyos cuerpos fueron quemados en las hogueras, comidos por leones y fieras, o
destruidos por artefactos explosivos? ¿Acaso no serán revestidos de un cuerpo de gloria semejante al de Jesús?
Solo sabemos que seremos revestidos de un cuerpo
completamente nuevo, diferente del actual, glorificado, incorruptible y eterno.
El cual no tendrá relación alguna con esta tierra, la
cual será destruida con fuego; como dice
en 2 Pedro 3.10 “que la tierra y las obras
que en ella hay serán quemadas”. Ni de los elementos de los antiguos
cuerpos que yacen en sus tumbas. El mismo Señor dijo en Marcos 2.21 Nadie pone remiendo de paño nuevo en
vestido viejo.
De manera que Dios hará todo nuevamente, así lo afirma su palabra en Apocalipsis 21.5 “Y
el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo:
Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas”. Pienso que esto
sea suficiente, para que podamos entender que nuestros cuerpos que forman parte
de este mundo de pecado; permanecerán para siempre en los lugares donde fueron
puestos. Porque esta tierra luego de ser quemada huirá de la presencia de Dios
hacia el infinito, para siempre como dice en Apocalipsis 20.11 “Y vi un gran trono blanco y al que estaba
sentado en él, de delante del cual huyeron
la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos”.
De manera que
olvidémonos de estos cuerpos de pecado y su utilidad en la resurrección. Ellos
pertenecen a este mundo y permanecerán
en él para siempre. Nosotros seremos revestidos de un cuerpo celestial como lo
afirma en Filipenses 3.21 diciendo: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos,
de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual
transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al
cuerpo de la gloria suya. (De Jesucristo)
Aggeo Palumbi,
noviembre de 2013. Revisado 09/2014
Para preguntas o comentarios: aggeop@gmail.com
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