martes, 21 de abril de 2009

LOS HIJOS REBELDES DE DAVID

Proverbios 27:5 Mejor es la reprensión manifiesta que el amor oculto. -
Es interesante analizar la vida, de tres de los varios hijos de David rey de Israel, Amnón su primer hijo, Absalón el tercero, y Adonía el cuarto. Según relata la Biblia eran jóvenes muy atractivos en lo físico. Seguramente eran también el orgullo de su padre, cosa que seguramente ocasionó que tuvieran un trato especial de parte del rey.

En el anterior escrito titulado “Absalón figura del lucero hijo de la mañana”, se quiso resaltar la figura de este príncipe de  imponente belleza y presencia, ya que así lo describe la Biblia en 2 de Samuel. Por tratar de destronar a su padre, y se tomó como un tipo de Satanás, por esa rebelión ocurrida en el cielo, antes que Dios reordenara la actual tierra y creara al hombre.

En este escrito se tratará  de enfocar los motivos que indujeron a estos jóvenes a portarse de esa manera. Las consecuencias de esos comportamientos son una advertencia práctica de nuestros deberes como padres en el diario vivir y la familia como tal. Por tal motivo, se  tratará a continuación de aplicar la historia de estos jóvenes y el trato que tuvieron en la familia de parte de su padre, como también al trato en general de los padres hacia los hijos hoy día.

La historia comienza en la localidad de Hebrón, antigua ciudad de Palestina,  donde David fue ungido como rey de Judá. En los siete años que reinó en ese lugar, le nacieron seis de sus siete hijos, el primero de ellos fue Amnón de su mujer Ahinoam, el segundo fue Quileab de su mujer Abigail, y el tercero fue Absalón, hijo de Maaca una extranjera hija del rey de Gesur de Siria. Y el cuarto, Adonía hijo de Haguit. No se mencionan los otros hijos por no formar parte del presente tema.

Maaca madre de Absalón tuvo también una hija llamada Tamar, y ella era muy hermosa, razón por la cual Amnón primer hijo de David de su mujer Ahinoam, se enamoró de ella perdidamente  al punto de enflaquecer en su apariencia física. Así por el consejo que le dio un amigo, que fingiera de estar enfermo para que le visitara la joven; se acostó en su cama. Al ser notificado David su padre fue a visitarle, y Amnón le pidió que le enviara a su hermana Tamar para que le preparara un bocadillo. Todos inocentemente mordieron el anzuelo, así que el rey le dijo a su hija Tamar que fuera y atendiera a su hermano enfermo preparándole algo de comer.

Tamar, ignorando la trama preparó una comida al gusto de su hermano, y cuando ella se la llevó,  estando solos en el cuarto, la forzó para acostarse con él, la joven le rogó que no lo hiciera de esa manera, que le pidiera al rey legalmente que él no se la negaría, pero Amnón no quiso oírla y la violó. Después de cometer ese agravio, la aborreció de tal manera que mandó a sus sirvientes que la echaran de su presencia y de su casa. Absalón su hermano al enterarse de lo acaecido le dijo a Tamar que no se angustiara ya que Amnón era su hermano, y ella se quedó desconsolada en casa de Absalón. Cuando el rey oyó el relato “se enojó mucho hasta allí su reacción. Absalón aunque aborrecía Amnón por lo que había hecho, calló y no dijo nada ni bueno ni malo, y sin otros comentarios pasaron dos años.

Como Absalón tenía un rebaño de ovejas, al momento de trasquilarlas, como era de costumbre preparó una gran fiesta, e invitó al rey su padre, (el cual no asistió) y  a todos sus hermanos y por supuesto entre ellos a Amnón. Al verlo allí, instruyó a sus siervos de confianza, que al estar su hermano alegre por el efecto del vino, y al dar él la orden lo mataran, y los criados hicieron como se les había ordenado. De esta forma Absalón vengó a Tamar su hermana. Después de este hecho, huyó a Gesur en Siria de donde era su madre, y estuvo allí por tres años.

Como el rey en ese tiempo era a su vez el juez de Israel, él sabía que por la ley Absalón tenía que pagar con la muerte, el homicidio premeditado de su hermano Amnón. Por esa razón él no podía promover o sugerir el regreso de su hijo a Israel.  Desde ese tiempo hasta hoy día, en muchos casos el tiempo "borra las culpas" de los que cometen alguna falta grave; y siendo Absalón el pupilo del rey después de tres años ya nadie se acordaba del hecho.  Fue así que Joab general del ejército de David, instruye a  una mujer y preparan  una treta a fin de  convencer al rey para hacer regresar a su hijo Absalón.

La  mujer, usada por Joab se presentó a David, presentándole un supuesto caso de una riña entre dos hijos que tenía, con la muerte de uno de ellos en ese pleito. Luego  le declara que  los demás familiares, ahora  le reclamaban a ella: que “entregara al que mató a su hermano para darle muerte, para hacer justicia  por la vida del hermano muerto” cosa que le quitaría también el otro hijo ya que eso era lo que exigía la ley.  

Aunque el caso expuesto por la mujer no era real, y se  trataba de una artimaña  entre  Joab y ella; con el fin de que el rey permitiera el regreso de su hijo desde Siria, lo que dijo la mujer acerca de que reclamaban a su hijo para que muriera, estaba ajustado a la ley, y el rey lo sabía, pero se ablandó compadeciéndose de la mujer. Esta postura luego dio lugar a que diera la orden  para que también  regresara su hijo.

El relato en 2 Sam.14:4 dice: “Entró, pues, aquella mujer de Tecoa al rey, y postrándose en tierra sobre su rostro, hizo reverencia, y dijo: ¡Socorro, oh rey!  El rey le dijo: ¿Qué tienes? Y ella respondió: Yo a la verdad soy una mujer viuda y mi marido ha muerto. Tu sierva tenía dos hijos, y los dos riñeron en el campo; y no habiendo quien los separase, hirió el uno al otro, y lo mató. Y he aquí toda la familia se ha levantado contra tu sierva, diciendo: Entrega al que mató a su hermano, para que le hagamos morir por la vida de su hermano a quien él mató, y matemos también al heredero. Así apagarán el ascua que me ha quedado, no dejando a mi marido nombre ni reliquia sobre la tierra.

Entonces el rey dijo a la mujer: Vete a tu casa, y yo daré órdenes con respecto a ti. Y la mujer de Tecoa dijo al rey: Rey señor mío, la maldad sea sobre mí y sobre la casa de mi padre; mas el rey y su trono sean sin culpa. Y el rey dijo: Al que hablare contra ti, tráelo a mí, y no te tocará más. Dijo ella entonces: Te ruego, oh rey, que te acuerdes de Jehová tú Dios, para que el vengador de la sangre no aumente el daño, y no destruya a mi hijo. Y él respondió: Vive Jehová, que no caerá ni un cabello de la cabeza de tu hijo en tierra.

Después que el rey descubrió el plan de Joab y de la mujer, dio la orden para que regresara Absalón. Seguramente David  para tapar un poco su posición de juez y rey, y no castigar a su hijo, como era  por la ley merecedor de muerte, optó por dar la orden de confinar Absalón en su casa, al  regresar de Siria donde se había refugiado. Escudándose con decir: “y que no vea mi rostro.” Obviando así el castigo que merecía.

Pasaron como dos años, seguramente Absalón aprovechándose de la edad de su padre, y su carácter blandengue hacia la familia al encubrir sus faltas, aprovechó para conspirar contra él para destronarlo, y con la intención de matarlo. Por supuesto que la conspiración hubiera prosperado si Dios no hubiera intervenido y trastorna los planes que Ahitofel le propuso a Absalón.

Por lo que respeta a David él entendió que también esa conspiración venía de Dios, y al humillarse al salir de su palacio, por amor a su siervo  hizo que el acertado consejo de Ahitofel fuera rechazado por Absalón, ya que su consejo no lo incluía a él en la persecución de su padre, mientras el consejo de Husai estimulaba su  ego diciéndole que tenía que ser él mismo que persiguiera a su padre para que el pueblo lo reconociera como Rey.  

Acatando el consejo de  Husai otro de los sabios de Israel y amigo de David, el mismo Absalón dirige su ejército en contra de los experimentados hombres de guerra de David y de su general Joab. Antes de la batalla, Cuando el ejército de David se alistaba para enfrentar al ejército del hijo rebelde, el rey imparte la orden de no matar a su hijo, sino que le preservaran la vida. En el encuentro, el ejército de Absalón tuvo una pérdida de veinte mil hombres, al enfrentarse con el experimentado ejército de David, dando muerte también a Absalón el causante de ese desastre entre hermanos de un mismo pueblo por actuar fuera de la voluntad de Dios.

Al enterarse David que su hijo había muerto, lloró abiertamente y con profundo dolor. Diciendo: ¡hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón! quien me diera que muriera yo en lugar de ti. Realmente David ofuscado por el amor hacia su hijo no se dio cuenta del desastre que había provocado "su  amado hijo", enlutando a veinte mil familias. Este relato es un ejemplo, de que no se debe ser complaciente con el pecado, y al no  reprender y castigar a su hijo adecuadamente; fue la causa de todo lo que le causó a  David y el dolor de 20 mil familias. Tolerar el pecado se revierte en contra de  nosotros mismos y de otros.

Cuando Joab su general vio la desmesurada actitud de lloro de David por su hijo, reprendió al Rey diciéndole: “Hoy has avergonzado a todos tus siervos que han librado tu vida, pues hoy me has hecho ver claramente que si Absalón viviera, aunque todos nosotros estuviéramos muertos, entonces estarías contento.” Al oír estas palabras, David reaccionó y se levantó para felicitar a su ejército. 
                                                                                                                                      Muchas veces el amor hacia un ser querido nos impide ver la realidad de las cosas, cuantas madres al saber que a su hijo lo pusieron preso por algún delito, salen en su defensa diciendo que él es un dedicado estudiante, y lo que están haciendo con él es una injusticia. Podemos entender el dolor de un padre o una madre, cuando a su hijo le acontece algo, pero no se puede ir en contra de la ley, y menos cuando sabemos de algún mal comportamiento tempranero, y no se toman  medidas a tiempo. Dejando de actuar por amor, y encubriendo posturas fuera de la ley, sin estorbarlos, estaremos cooperando para futuros problemas. Actitudes como las de David  nos darán amargas consecuencias.

Recuerdo que tenía como unos diez años cuando mi madre me pidió que fuera al mercado a comprar frutas para el almuerzo, estando en el mercado veo que a una señora se le cae un billete (como de 50 Euros) pues recogí el billete, como águila a su presa, y compré más fruta de la que me habían encargado. Al regresar y ver mi madre la abundancia de las frutas por supuesto me preguntó, como había hecho para comprar todas esas frutas con el dinero que ella me había dado; pues aclarando que no la había robado, orgullosamente dije: a una señora se le cayó un billete y zas lo recogí y compré mas frutas. Realmente estaba orgulloso de lo acontecido y de haber provisto más frutas para la mesa, no entendía todavía lo que había hecho, y lo retenía como un hecho normal.

Al relatar el hecho, estaba presente mi hermano mayor, el cual llamándome quiso que le relatara minuciosamente lo acontecido, para constatar si me había encontrado el billete sin saber de quién era, o si realmente había visto que a la señora se le había caído, pues como no veía nada malo en lo que había hecho, le dije que yo iba caminando a unos tres metros detrás de la señora, cuando vi que se le cayó el billete y yo lo recogí del suelo, (dando a entender que no lo había robado) y él, una vez más repitió ¿tu viste cuando a la señora se le cayó el billete cierto? Al responder afirmativamente con un sí, y recibir una bofetada que casi me tumba fue una sola cosa.

Con furia me defendí llorando y diciendo que no lo había robado, que eso cualquiera lo hubiera hecho igual que yo. Luego de pasar la tormenta de la bofetada, mi hermano me dijo, lo que consideré en mi opinión lo más absurdo que había oído hasta ese momento: “Al ver que a la señora se le había caído el billete, tu tenía que haberle devuelto el dinero”. Esa actitud de devolverle el dinero que ella no había cuidado no cabía en mi mente en ese momento de mi adolescencia, sin embargo doy gracias a Dios por esa bofetada que me ayudó a entender luego, que al ver a quien se le había caído, no me daba derecho a que me adueñara de él como yo pensaba al principio.

¿Qué hubiera pasado si en familia todos se hubieran quedados  callados,  haciéndose la vista gorda, y mi hermano no me hubiera estorbado? Este es solo un relato de las muchas cosas que acontecen a veces en la familia. En muchos de los casos no se toman correctivos a tiempo, aludiendo que son niños, o jóvenes. Pues las cosas se corrigen en su temprana edad porque llegará el día cuando ya no harán caso, y todo el trabajo de corregir se perdió. Aunque la palabra de Dios nos enseña que insistamos en corregir, en 2 Tim. 4:2 dice: “Que enseñe la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; exhorta con toda paciencia.”  Se entiende “a tiempo” en el hogar, cuando los hijos están en sujeción; y “fuera de tiempo” cuando ya no se sujetan, sin embargo no debemos de abandonar nuestra tarea de exigir respecto y rectitud.

Luego de la amarga experiencia que David tuvo con Absalón, le esperaba otro problema de parte de su cuarto hijo Adonía. Pero ¿Por qué a este rey tan respetado, sagaz e inteligente le pasaron todas estas cosas? Y por añadidura de males estos provenían de su propia familia. El primer problema lo tuvo con su hijo primogénito, Amnón que violó a su hermana Tamar, el segundo con la rebelión de Absalón, y ahora el tercero con su hijo Adonía. La respuesta a esta pregunta la tenemos en I Reyes 1:5,6 que nos aclara cuál era la actitud de David hacia sus hijos, que dice: Entonces Adonía hijo de Haguit se rebeló diciendo: Yo reinaré. Y se hizo de carros y de gente de a caballos, y de cincuenta hombres que corriesen delante de él. Y su padre (David) nunca le había entristecido en todos sus días con decirle: ¿Por qué haces así? Además que este era de hermoso parecer; y había nacido después de Absalón.” 

Este último versículo, nos revela que los problemas que le sobrevinieron a David fueron el fruto que cosechó de ellos, por el trato que le dispensó a sus hijos en todos sus días, además que posiblemente los idolatraba, por  estar orgulloso de ellos al ser de muy hermoso parecer. Seguro que en su opinión no merecían ser reprendidos, y mucho menos ser castigados, David era débil en este aspecto con sus hijos, como muchos padres hoy día. También hay que agregar que eran las consecuencias de su actitud hacia Betsabe y  Uría su esposo. Ya que el profeta Natán claramente le había profetizado que ahora  la espada no se apartaría de su casa.

Según la palabra de Dios, David nunca les reclamó nada, posiblemente tenía el mismo pensamiento de muchos padres hoy día que dan rienda suelta a sus hijos e hijas no sabiendo donde están la mayor parte del tiempo, lo que hacen, ni con quienes se están reuniendo. Es normal luego oírle decir “déjalos son jóvenes” ó “yo sé lo que tengo por hijos y quienes son ellos," con esas palabras silencian a los demás.

Luego  que la joven  trae algún "nuevo miembro" a la familia, o algún arresto de uno de ellos, quedan sorprendido, o diría mejor: “despiertan a la realidad.” Aman a sus hijos, y esto no es malo, pero el verdadero amor hacia los hijos se complementa con una buena educación cristiana, con disciplina y corrección, cuando se les nota algo que no marcha adecuadamente, y no dejando esto para cuando sean más grandes, sino desde su temprana edad. Dice en Pro.27:5 “Mejor es la reprensión manifiesta que el amor oculto.”

Cuantos hijos, al igual que Absalón o Adonías al llegar a cierta edad, (18,19) quieren tomar el control del hogar y si los padres se atreven a reclamarle algo, le levantan las manos, quieren ser “independientes” pero eso sí, utilizar el hogar paterno para comer, dormir, tener ropa limpia y disponer de algo de plata. Estos llegan a ser una pesada carga para sus padres, que los trajeron al mundo; mientras otros utilizan la expresión, “hay papá yo sé lo que hago déjame en paz”, no les interesa en absoluto, los consejos ni los sentimientos de sus padres. Cuando esto acontece nos damos cuenta que se ha perdido el dominio, y la autoridad en el hogar.

Adonía dijo “yo reinare” no le interesaba la opinión de su padre o de todos los demás, su opinión y decisión era ley, (aunque no tomó en cuenta que había un ser superior al de su padre que todo lo vigila) así que, convenció a Joab general del ejército de David, se puso de acuerdo con el sacerdote Abiatar, y armó la conspiración en contra de su mismo padre.

Claro, su padre nunca lo había entristecido o amonestado cuando hacía algo malo: Esto dio lugar a que tuviera suficiente valor para intentar destronar a su padre; considerando también su edad avanzada. Pensó que sentarse en su trono era un hecho; no sabemos si él sabía que su padre había prometido el trono a Salomón, ni pensó, o tomó en cuenta que para reinar sobre el pueblo de Israel tenía que tener la aprobación de Dios.  Este detalle seguramente no pasó por su mente para nada; ni por la mente de Absalón que ya había perecido en el intento  de destronarlo.

Por esta razón su deseo no llegó a realizarse, y por orden de David fue ungido Salomón como sucesor del reino. Pero lo que se trata de resaltar en este escrito, es la falta de corrección a tiempo, hacia los hijos por parte de David, su amor hacia ellos ofuscó su mente para no corregir a tiempo, los errores comunes de cada hijo en ese período tan importante de formación. Porque de aprovechar bien ese lapso de tiempo en corregir a los hijos, dependerá el respeto de ellos para la familia y la sociedad en el futuro. 

Aggeo Palumbi noviembre 2009 revisado 2015

2 comentarios:

dyanna dijo...

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Arturom dijo...

hola hermano, muchas gracias por esta enseñanza, es una gran historia para compartir con la Iglesia, para aprender carácter con nuestros hijos. Bendiciones.