jueves, 17 de octubre de 2013

LA MUERTE Y EL CREYENTE PARTE 3

LA MUERTE Y EL CREYENTE                   TERCERA PARTE     
Como está formado el hombre.                                                                                                                
     El ser humano está compuesto de una Tríada (que es un conjunto de tres elementos especialmente vinculados entre sí). O sea que estamos compuestos por un espíritu, un alma y un cuerpo. En la anterior explicación de la muerte física se mencionó que él fue formado de los elementos de la tierra: “Dios formó  al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un alma viviente”. Génesis 2.7. Analizando este escrito podríamos decir que el polvo es el elemento representativo del cuerpo humano, el soplo de vida el de su espíritu y con eso llego a ser un alma viviente.    

 Al hombre morir, según lo describe la palabra de Dios, se descompone ese vínculo que lo tiene unido. Luego cada uno de los tres elementos tienen un destino diferente, según lo revela de la siguiente manera: El cuerpo  como ya hemos visto, vuelve al polvo (siendo en su mayoría sepultados) de donde fue tomado. Luego ese aliento de vida, o ese espíritu que Dios sopló en el hombre, vuelve a Dios que lo dio. Así lo enseña en el libro de Eclesiastés 12.7 que dice: “y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio”.

 Lo que queda de esa “tríada” es el alma, la cual tuvo dos caminos, por el cual  transitar en el tiempo de su peregrinación por este mundo. Uno es el de la vida que conduce a Dios, “a la ciudad Vida”  y otro el que conduce a la muerte eterna. Así Dios le presentó estos dos caminos a su pueblo, según lo revela en su palabra, aconsejando por supuesto que tomara el de la vida. Así lo dice en Deuteronomio  30.15: “Mira, yo he puesto delante de ti hoy  la vida y  el bien, la muerte y  el mal”.

Tomando en cuenta este mismo consejo, que Dios le dio al pueblo de Israel en su tiempo, y para nosotros hoy; Resta de parte de cada uno, por cual camino transitar en esta vida. Dios llama a la puerta del corazón del hombre, si este le abre y le invita, vivirá con Él eternamente. Si rechaza la oferta de Dios por medio de Jesucristo, por buscar otros amparos inútiles tendrá su castigo como dice en Ezequiel 18.4: ”He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así  el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá”.

En Apocalipsis 14.11 el Espíritu le revela a Juan como será ese castigo diciendo: “y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche”. El peso de la ira de Dios caerá sobre  todos los que amaron más las cosas de este mundo efímero y  perecedero, que la fuente de gozo y vida eterna que Jesús le podía proporcionar al alma en el futuro.

El amor de Dios hacia el hombre.                                                                                                  Durante toda su vida, y en cualquiera de esos períodos Dios siempre le ha ofrecido al hombre un medio de salvación, una esperanza para restablecer esa relación que fue interrumpida por el pecado; tanto para su alma como para su cuerpo. No nos detendremos en analizar cómo Dios le habló, o le ofreció la salvación en otras dispensaciones; solo dedicaremos este tema, al tiempo en el cual estamos viviendo.

El período en el cual estamos viviendo es el de la gracia, esta palabra  se podría interpretar, como la oportunidad de ser indultado y reconciliado con Dios. Este indulto no es concedido de una manera automática, (como vimos en el ejemplo de la analogía de la ciudad vida) sino a todos los que acuden a Dios buscando justicia y perdón;  como dice en Isa 55.1 “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed”. Esta gracia está al alcance de todos con solo creer en el sacrificio de Jesús, y lo que nos enseña su palabra.

Dios nos indica cual es el medio con el cual le habla hoy al hombre. En Hebreos 1.1 dice: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo”. Por supuesto que lo que Jesucristo dijo, y lo que nos ha dejado lo encontramos en la Biblia, que es la palabra y voluntad de Dios para el hombre en los tiempos actuales.                   

Un acto de fe, una petición a Dios.                                                                                                      Como ya  se dijo, durante su permanencia en este mundo, de una u otra manera el hombre es informado, que a parte de su cuerpo que es tangible, también tiene un alma. Y Dios en su amor, ha provisto con la muerte de Jesucristo, el medio para salvar su alma con solamente creer y confesárselo verbalmente a Él.
Así lo enseña la palabra de Dios  en Romanos 10.9-10 que dice:”Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor  y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo, porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”. Este es todo lo que Dios requiere del hombre; ya no tiene que traer un cordero para sacrificarlo, hacer votos o promesas, afligir su cuerpo, como suelen hacer algunos  o hacían en otras épocas. Ahora todo ha cambiado para nosotros, basta con solo depositar nuestra confianza en Jesucristo.

Juan 6.35 “Jesús  les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”. Apocalipsis 3.20  “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”.

Ya No estamos sujetos a cumplir todo el ritual establecido en la ley, porque Jesucristo la cumplió por nosotros, y nos libró para siempre de esa maldición, y de la muerte. Como dice en Deuteronomio 27.26 “Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas”.

Todo el que cree, tendrá un cuerpo de gloria.                                                                                      En lo que concierne al cuerpo, el cual después de un período en este mundo perece con la muerte, Jesucristo ha provisto de igual manera para resucitarlo de entre los muertos. Así  lo enseñó diciendo en  Juan 11.25  “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Como también en Juan 6.40 dice: Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.

Como se puede apreciar  de la anterior explicación, no es como algunos piensan que Dios nos puso en este mundo y nos abandonó. Él ha provisto una restauración completa para todos los que creen en Él; como también que Él no es un mito, o una leyenda, sino que vive para cumplir todo lo que ha prometido. Solo requiere del hombre su fe y creer que realmente existe. Como dice en  Hebreos  11.6  “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”.
Dios requiere de nosotros una confianza plena en Él, una  fe desinteresada, quiere ser amado por el hombre, porque somos obra de sus manos y nos ama profundamente a tal punto que dio su vida por nosotros. Él podría mostrarnos anticipadamente todas las cosas que tiene preparadas para los que le aman, en esa dimensión desconocida para  nosotros; y seguro estoy que por nuestra manera de ser, y por el interés, todos  le amarían  y creerían en Él. Pero esa no es la manera  como Dios quiere las cosas; Él quiere que se le ame por lo que él es, por ser nuestro hacedor, y por lo que hizo para salvarnos.

¿Cómo se sentiría uno, si alguien estuviera a su lado diciéndole que le ama, pero que ese amor sería por el interés de su fama, posición, o de sus riquezas? Dios requiere de nosotros un amor desinteresado, le amamos porque Él nos amó primero y merece ser amado. Un amor sincero, creyendo firmemente que él existe aún  sin verle,  y que es galardonador de los que le  buscan.

Así dice en 1 Corintios  2.9 “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman”.  Como también le dijo Jesús a Tomás en Juan 20.29: “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron. Dios no admite que se dude de él, sea por toda la maravillosa creación que nos circunda, como por ser su obra maestra.

El día de la muerte.                                                                                                            La muerte la debemos aceptar resignadamente, porque sabemos que es algo ineludible, que ha venido ocurriendo desde los albores de la raza humana; ni la ciencia con todo su avance la ha podido frenar o combatirla. Sabemos que la muerte seguirá todavía por un tiempo dominando en esta vida, hasta que tanto ella como el Hades (que es el reservorio de sus víctimas), sean destruidos por Dios. Como dice en Apocalipsis 20.14 “Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda”.

Mientras esto no acontezca, hay una ley decretada en la palabra de Dios que no puede ser abrogada, en Hebreos 9.27 dice: Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio. Debido a que esta ley no puede ser cambiada, solo nos queda conocer algo más de lo que la palabra de Dios nos revela y lo que  acontece después de la muerte.
El hecho que nadie ha regresado del más allá, para contar y poder darnos una exacta información de los misterios que envuelve esa dimensión, es la razón por la cual muchos tratan de evitar hablar de ella. Evitan abordar el tema, o de pensar sobre el problema de la muerte y el destino del hombre. Sin embargo, decir que nadie ha regresado de esa desconocida dimensión, también es una falacia, porque tenemos relatos de  por lo menos tres, que tuvieron esa experiencia, por la soberana voluntad de Dios que murieron y luego regresaron a este mundo.     
                      
Uno de los cuales es Jesucristo, el cual ya no puede volver a  morir, su regreso es por la eternidad. A  pesar de eso, muchos no creen en Él y muy pocos se interesan y le hacen caso a sus escritos y enseñanzas.

Los  otros dos, solo resucitaron por un breve período de tiempo a este sistema de vida,  por  la expresa voluntad de Dios que son Jonás y Lázaro. Por supuesto que luego volvieron a morir; ellos hubieran podido contarnos algo de ese lugar, y es probable que lo hicieron, pero no hay,  o no quedaron relatos escritos, ni testimonios verbales que pudieran informarnos al respeto. De Jonás la palabra dice:”que desde el Seol (o Hades  que es el lugar de los muertos) él clamó y Dios oyó su voz” (Jonás  2.19) esto denota que estuvo en ese lugar.

 Algunos piensan que Jonás se mantuvo vivo en el vientre del pez, como el famoso personaje “Geppetto del cuento de las aventuras de Pinocho de C. Collodi”, que vivía en el vientre de un pez. No, Jonás  murió y Dios lo resucitó, y lo acontecido con él sería usado con el pasar de tiempo por Jesucristo, como un tipo de su muerte y resurrección. De Lázaro sabemos que su cuerpo estuvo muerto por cuatro días, seguramente su alma como la de Jonás, aunque no tenemos información, también estuvo en el Seol. Pero como se dijo no tenemos información alguna de sus relatos.

  Sin embargo, esta es una experiencia que está reservada para cada viviente de este mundo. Unos primero otros después la muerte tiene su tiempo para llegar a cada uno. Puede tardar, pero podemos estar seguros que ella vendrá al tiempo establecido. 

La realidad de los que ya se fueron.                                                                                                           Posiblemente no nos hemos detenido suficientemente a pensar, que muchos de los que hemos conocido ya no se encuentran con nosotros, porque ya emprendieron ese viaje al más allá. ¿Qué es lo que  viene a nuestra mente, desaparecieron para siempre? No, todos ellos están en ese mundo espiritual donde nos espera a cada uno. La muerte no respeta edad, sexo, rango o posición económica; le llega al rey, como al plebeyo. Cuando llega nadie puede negociar con ella.

Haciendo luego una comparación, con los años que vivieron nuestros primeros padres, que llegaron a vivir casi mil años: se podría decir que la vida hoy día es corta, la muerte es una realidad, y la eternidad no termina nunca. Razón por la cual todo ser humano  debería interesarse más por su alma que es imperecedera, que por su cuerpo que tiene una vida relativamente corta; aunque no hay que descuidarlo para vivir de una manera saludable y libre de problemas.

Al llegar a una cierta edad, los jóvenes  comienzan a soñar, tener grandes esperanzas y ambiciones por lo que la vida les puede ofrecer. Se comienza trazar metas de estudio, una familia, una casa, un auto, y nadie piensa o se prepara para el momento de la muerte y el encuentro con nuestro creador.

No que debamos prepararnos para ese día o momento específico, en que tenemos que despedirnos de este mundo, ya que es algo impredecible e inevitable; sino cuidar lo que concierne al destino del alma que en el preciso momento de la muerte, se determina de manera automática su destino final.

Seguramente cuando se hacen planes para el futuro, casi nunca se toma en cuenta nuestra permanencia  en este mundo, como tampoco  se considera el destino del alma en esos planes. Siendo  el tiempo de vida que tenemos aquí, la oportunidad que se nos concede para buscar  la presencia de Aquel que nos dio la vida. Seguramente el apóstol Santiago viendo como actuaban algunos creyente les advierte en Santiago 4.13-15 diciendo: “¡Vamos ahora!, los que decís: «Hoy y mañana iremos a tal ciudad, estaremos allá un año, negociaremos y ganaremos», 14cuando no sabéis lo que será mañana. Pues ¿qué es vuestra vida?l Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece. 15En lugar de lo cual deberíais decir: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello»”.

 Nunca se piensa en la  muerte, cosa que normalmente la vemos muy lejos, aunque  ella está siempre en asecho para llevarnos al momento de tener la oportunidad. Porque no tiene un parámetro fijo para podernos guiar. Pero aparte de todo lo que se pueda decir, una cosa es muy segura: que ella sella el destino final del alma.

Al llegar a ese sitio los creyentes tendremos algunas sorpresas: La primera será que comprobaremos que solamente hay dos sitios para la humanidad; uno para los redimidos  por la gracia de Dios, y otro para los que fueron rebelde al llamado divino que amaron más las cosas de este mundo que al Salvador (nada de ese tercer lugar o purgatorio). La otra sorpresa será: que al entrar al lugar de los redimidos el paraíso, se podrá ver que  muchos de los creíamos de encontrarlos allí no estaban. Como también la sorpresa de encontrar  a muchos de los que pensábamos que estarían, verlos allí junto con los redimidos en ese lugar. Por último, nos alegramos con los que lucharon hombro a hombro en este mundo siguiendo a  Jesús, como el camino la verdad y la vida.

Para muchos  morir es solo el proceso de la vida.                                                            Diariamente oímos  o leemos lo que acontece  en  países como Somalia, en el Cuerno de África, la India y otras naciones, miles están muriendo cada día de hambre, por guerras enfermedades, de cólera, en otros sitios por catástrofes, inundaciones, amenazas de guerra en varios países y todo nos parece como si eso fuera normal. Como son lugares lejanos, eso no nos impresiona mucho, o solamente nos afecta en ese momento que recibimos la noticia.

Luego cuando  muere un vecino, un conocido, un amigo, comenzamos a pensar en eso. Pero ese pesar es solo por unos días, y volvemos a la rutina, pasando todo al olvido. Donde sí se recibe una mayor conmoción, es cuando desaparece una madre, padre, hermano, hijo etc. Donde esa persona querida deja un vacío en nuestro ser; la que vimos y asistimos hasta el último momento, viendo cómo iba debilitándose, hasta despedirse por completo y para siempre, de esta vida y de nuestra presencia.
Al ver ese cuerpo inmóvil que está delante de nosotros, es cuando comenzamos a pensar: ¿qué pasó ahora con él o ella? ¿Dónde está en este momento? ¿Será verdad que su alma sigue con vida? ¿Podré cuando yo parta, reconocerlo/a,  y volverla a ver? ¿Puedo pedirle a Dios que se apiada de su alma? Estas y otras tantas preguntas o reflexiones llegan a nuestra mente, de las cuales no tenemos  una aparente respuesta; y todo escapa al razonamiento y a la experiencia. Sin embargo todas las respuestas a esas preguntas, se encuentran en los relatos y escritos que Dios le proporcionó al hombre en la Biblia.

Solamente en ella, se podrán encontrar todas las respuestas y las verdades, a todas estas incógnitas, porque son los escritos que  Dios les proporcionó a los humanos, para que allí puedan encontrar las respuestas, para todas las circunstancias de esta vida, como las que nos esperan en el futuro. Pero siempre estamos tan ocupados, cansado, o abatidos que no tenemos tiempo para leer el testamento que Dios le dejó  a la humanidad.

En algunos casos, el intenso dolor por la pérdida de un ser querido, trastorna de tal manera a la persona afectada por esa desaparición, que en el giro de unos meses llegan a ser en lo físico casi irreconocibles. Conocí una elegante y bella señora que perdió su joven esposo; el dolor y la desesperación que embargaron su vida la cambiaron totalmente.

Cuando la volví a ver después de algunos meses casi no la reconocía por lo demacrada que estaba;  y todavía el argumento de su conversación era la pérdida de su esposo. Acompañando  por supuesto su dolor con la solita pregunta, ¿Por qué me tuvo  que pasar esto a mí?

Es difícil dar una respuesta a esa pregunta, y eso sucede cuando no tenemos claro que somos como dice la palabra de Dios, igual a la flor del campo. El Salmo 103.15 dice: El hombre, como la hierba son sus días; Florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella, y pereció, y su lugar ya no la conocerá más.

Todo termina, nada es permanente en el mundo.                                                            No  solamente el hombre está sujeto al ocaso, también pasa con todas las cosas. Hacen algunos años como 30 o 40, era un buen negocio tener un estudio fotográfico, se hacía cola  para entregar o recibir las fotos ya reveladas. ¿Pondría hoy día usted un estudio fotográfico, con todas esas cámaras digitales que hay en el mercado? Lo mismo con los abastos de víveres, el pez grande (los supermercados) se han comido los pequeños. Que diremos de los más famosos  imperios; Tenemos la historia de Asiria, Babilonia, Persia, Egipto, Grecia, Roma. Todos ellos  que un día fueron y ya no son.

Y el actual de este siglo XXI al cual se le atribuye el pseudónimo  de imperio,  por la influencia que pretende tener sobre otras naciones;  ya está en ese lento pero seguro  proceso de  decadencia. Muchos de los que viven hoy día presenciarán su inminente caída. Nada hay permanente en este mundo, solo Dios permanece para siempre. Como dijera el sabio Salomón –“todo es vanidad y aflicción  de espíritu en esta tierra”.     
                                                                                                                                                                                                                                                                                    La entrada y consecuencias del pecado.                                                                     Lo que se debería tener siempre presente en nuestra mente es: que la muerte no es el final de la vida, sino todo lo contrario y podríamos decir que es el verdadero inicio. Desatender este consejo, evitar de pensar o de instruirnos sobre este tema, es el error más grande que podamos cometer en nuestra vida terrenal. Porque la que vivimos  es solo  pasajera y limitada, pero la espiritual es eterna.

Ya hemos visto que la muerte es la consecuencia del pecado  como dice en Romanos 5.12  “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”.

Es evidente que  Adán desobedeció deliberada y voluntariamente la orden dada  por Dios, de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. La advertencia era clara: “Porque ese día moriría”. (Génesis 2.17). Al desobedecer a parte que su alma  murió al momento espiritualmente; se efectuó un cambio impensado para él, ya que siendo hasta ese momento un súbdito de Dios, pasó a ser esclavo del pecado y de Satanás. Debido a  que demostró, de no ser una persona leal y obediente a su creador.

Por  supuesto a Dios no le quedaba otra cosa, que ejecutar el castigo prometido. Cuya sentencia la tenemos en Ezequiel  18.4 que dice: “He aquí que todas las almas son mías;  como el alma del padre, así  el alma del hijo es mía;  el alma que pecare, esa morirá”. Así que, la muerte es una consecuencia  del pecado. Ya que si no hubiera habido el pecado, tampoco hubiese existido la muerte.

Anteriormente vimos que existen, muchas teorías y opiniones  sobre la muerte y lo que le espera al alma después de esta. En su mayoría todas tienen como fin minimizar, ocultar y alejar de  la mente humana, la cruda realidad  de lo que acontecerá con el alma después de la muerte. Dependiendo esto por supuesto de la actitud asumida, durante su vida en este mundo; de haber o no buscado la reconciliación con Dios por medio de Jesucristo. De todas maneras se exhorta en creer que la única autoridad, y verdad sobre el destino del alma o lo que acontece después de la muerte (aunque  no en todos sus detalles), solamente se puede encontrar en la Biblia.

El consejo más importante que  encontramos en ella, para evitar el castigo es: El de buscar  a Jesucristo como el único mediador que puede  reconciliar el alma humana con Dios. Así está escrito en  1Timoteo 2.5 que dice: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”. De manera que de nada servirá recurrir a otros mediadores o santos para reconciliarnos con Él.

Como también lo dice en 2 Corintios 5.20  “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios”.

La parte intangible es responsable del pecado.                                                                       El alma es, esa parte intangible e imperecedera de nuestro ser; es ese yo, esa mente que mora en nosotros, que piensa, razona, y está consciente si nuestras actuaciones son buenas o malas. Es la parte espiritual  de nuestro ser, que se relaciona por medio del cuerpo con todo lo material de este mundo.

Cuando  Dios le dijo a Adán que de desobedecer su mandato moriría, no se refería específicamente a su cuerpo. Esto lo demuestra el hecho que él murió novecientos treinta años después que cometió la transgresión. Se trataba de la muerte del alma, de esa comunión que él disfrutaba con Dios antes de transgredir el mandato que había recibido. El pecado al momento creó una enemistad entre el creador y la criatura. Fue eso lo que en ese momento murió.

Por supuesto que la muerte del cuerpo le seguiría a su tiempo, esto causó también que fuera  echado de ese huerto, que Dios había preparado para ellos. Sin embargo esto no quiere decir que Dios se enemistó con la pareja como lo haríamos nosotros. Ya que Dios comenzó a instruirles  adecuadamente, enseñándoles todo lo que tenían que hacer, para alcanzar la reconciliación  con Él. Esto sería por medio del sacrificio de un ser justo (su Hijo), aunque por supuesto tendría que sufrir las consecuencias del pecado y la maldad que estaría en el mundo.

Ahora bien, debido a que  el alma es esa parte intangible de nuestra existencia, muchos la ignoran sin saber que: A parte de ser eterna, ella es la que sufrirá directamente las consecuencias  del pecado. Aunque los haya cometido utilizando el cuerpo. Es muy importante notar que, aunque el matar, robar, fornicar, adulterar etc. Son pecados  que se cometen con el cuerpo,  Dios no lo hace responsable a él sino al alma. Así lo afirma como ya vimos, su palabra en Ezequiel 18.4 que dice: “He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así  el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá” (Refiriéndose a  la muerte segunda).

Aunque  ese versículo no condena, ni insinúa el castigo  para  el cuerpo, también este  moriría, ya que para él la muerte es segura. Y para Dios el cuerpo no es otra cosa que polvo de la tierra; pero sí menciona que morirá el alma, esa parte que compone nuestro ser. Sin embargo se puede  entender, que aún el cuerpo a causa del pecado, y como consecuencia de violar las leyes de Dios y la de las autoridades  puestas por Él; sufrirá en carne propia esos  castigos terrenales, como azotes, cárceles, y a veces hasta la pena de muerte, por esas mismas autoridades.

Por supuesto que  todo eso escapa de la mente de muchos, como también rehúyen en pensar en el hecho, que de no reconciliarse con Dios tendrán que sufrir eternamente en el infierno lugar preparado para Satanás y sus ángeles caídos.

Una esperanza para el alma.                                                                                                                    Sin embargo, junto con la advertencia del castigo, Dios en su amor le dio  una gran esperanza al hombre; el de ser reconciliado por medio de su Hijo Jesucristo, para una vida eterna de paz y gozo. Seguramente no faltará aquel que diga: ¿por qué tengo yo que pagar las consecuencias de la falta que cometieron Adán y Eva? No, de ninguna manera, nadie paga por otro, cada uno pagará  por sus propios errores y pecados. Caín no será culpado por el pecado de su padre Adán, sino por haber matado a Abel su hermano. Aunque sufrió las consecuencias del pecado de Adán no se le imputará el de su padre.

Se puede resumir la anterior explicación diciendo: Que así como Adán y Eva se convirtieron en transgresores, todo aquel que nacería de una pareja de pecadores traerían el estigma, o el germen del pecado en sus vidas. En efecto vemos como rápidamente se manifestó en Caín, el cual  primero se molestó con su hermano, que  no tenía culpa alguna, que a Dios le agradara su ofrenda, más que la de él. Luego descargó su malestar en Abel matándolo. Aunque en ese tiempo no había la prohibición de la ley del  sexto mandamiento “no matarás”, su conciencia lo acusaría de haber hecho algo malo.

Abel por su parte solo cumplió con la enseñanza recibida de su padre de ofrecer un cordero, símbolo de aquel que los redimiría en el futuro. Entendió perfectamente lo que Dios le enseñó a su padre, y al ser trasmitido a ellos acató el mensaje de Dios. Razón  por la cual  su ofrenda le agradó por estar conforme a su plan del sacrificio redentor que había prometido para rescatar al hombre. de manera que Abel actuó por fe y fue justificado, así habla la palabra de él en Hebreos 11.4 que dice: “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella”.

 El  remedio al temor de la muerte.                                                                               La única manera de alejar de nosotros el temor a la muerte es amando a Dios, así lo expresa su palabra en 1 Juan 4.18 diciendo: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”. No es haciendo buenas obras para ganarnos a Dios, alguna promesa o sacrificio, oración, o ayunos, cosas que de nada ayudan para ahuyentar ese temor. La única cosa que es realmente eficaz es amar a Dios; conociendo de cerca a Jesucristo, obedeciendo y agradándole. Solo al poner toda la confianza en sus promesas y amor hacia Él se echará afuera todo temor.

 Porque con  Dios no se negocia, prometiéndole algo, o haciendo algo a cambio; Él no necesita nada de nosotros, todo lo que tenemos proviene de él.

Al depositar nuestra confianza absoluta en Él, se alcanzará la paz interior del alma, y  el conocimiento; como la firme convicción  que después de esta vida recibiremos la bienvenida en el cielo por Aquel que murió por nosotros. Por medio de esa obra redentora de Jesucristo, donde la muerte viene siendo la puerta de acceso a la gloria que Dios tiene preparado para nosotros. La muerte para el que tiene fe en Dios, ya pierde su fuerza como dice en romanos 15.54 Sorbida es la muerte con victoria.

Alguien podrá argumentar, ¿Por qué si la muerte como elemento de castigo fue vencida    por Jesucristo al resucitar, todavía persiste? Ella queda como una constante advertencia para los vivientes, de las consecuencias del pecado, y que cada día nos acercamos más a ese momento cuando tendremos que presentarnos delante de Dios.

De todos modos, para el creyente, la respuesta a esta pregunta es: Los sufrimientos y el dolor que esta  pueda ocasionar, ya no es de naturaleza penal para el alma, aunque el cuerpo perece como castigo por el pecado. Porque Jesucristo nos perdonó y nos hizo hijos de Dios, así  lo dice en Juan 1.12 “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”.

El lamento del que desobedece.                                                                                         Al contrario de lo que realmente representa la muerte para el creyente, para el incrédulo cuando le  llega, sí es de naturaleza penal para su alma, y lo peor de todo es: que ya no hay manera posible para evitar el castigo. Porque se encontrará en un ambiente donde ya no hay regreso. No habrá esperanza alguna de remediar cualquier error que se haya cometido durante la vida en este mundo. Allí no se  contará con alguna de esas llamadas “palancas de amigos”, compadrazgos, conocidos  o un juez corrupto para pactar con él.

El salmista David en el salmo 23.4  nos da una idea de lo confortante que será  para el que ama a Dios, estar en ese más allá y contar con la compañía del Señor al decir: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque TÚ estarás conmigo; TU vara y tu cayado  me infundirán aliento”. Todo lo contrario será, para el que no ama a Dios, ese sitio será lugar de remordimientos y temor, sabiendo lo que le espera, sin tener alguien a su lado que le acompañe y le de ánimo, porque es un valle de sombras y de muerte.

Para el impío, la muerte  es la puerta al castigo eterno del alma. Desde  ese momento ya no tiene posibilidad alguna de tener otra  oportunidad, debido a que su tiempo de buscar  a Dios concluyó al dejar este mundo. Como dijo Dante, el escritor de “la Divina Comedia”, al referirse con su alegoría a la puerta del Infierno, él escribió que al llegar a ese sitio en la  puerta de entrada había un escrito  que decía: “Perded toda esperanza los que por ella entráis”.

Será vano  esperar que alguien que viva en este mundo pueda interceder a favor de su salvación, o como algunos enseñan, que pagando una misa en favor del difunto puede hacer algo por él, o comprando una indulgencia, como lo hacían y enseñaban en el pasado. O como decían: que al sonar las monedas como pago en el fondo del arca, el alma del difunto salía del purgatorio (que de paso no existe). Todos estos son remedios inútiles, promesas huecas sin ningún respaldo bíblico, que algunos líderes religiosos difunden, haciéndole  creer a los simples, que están adoloridos por la pérdida de algún ser querido o de darle una esperanza.

El recibimiento de creyente.                                                                                           Al dejar este mundo, tanto  el cuerpo  del creyente, como el del impío son iguales; considerándolo  por el  normal proceso de su partida de este mundo. Solo se podrá diferenciar por los recursos de la familia del difunto. Sin embargo al cruzar esa barrera y al entrar en esa otra dimensión que nos ha sido velada, hay dos diferentes caminos, como también la forma como el alma es recibida. En efecto, el creyente será recogido por seres  celestiales que le estarán esperando, para llevarlo al paraíso (el antiguo seno de Abraham), el sitio de consolación y reposo, preparado para los que aman a Dios.

En el momento de dejar este mundo el alma se dará cuenta, del gran valor que tuvo el haber buscado  a Jesucristo para ser perdonado de sus pecados para la salvación de su alma. Al traspasar esa frontera entre este mundo y el del más allá, su alma  será recibida por ángeles y llevada donde estará con el Señor y los redimidos de todas las épocas;  hasta ser revestido de un nuevo cuerpo de Gloria.

Así lo enseñó Jesús, en ese único e importante relato donde da a conocer lo que acontece con el alma al separarse del cuerpo después de la muerte. Que se encuentra en Lucas 16.22-23 diciendo: “Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham, y murió también el rico, y fue sepultado. 23 Y en el Hades  alzó sus ojos, estando en tormentos”, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
Hasta aquí tercera parte,  el próximo tema será: 

La suerte del impío en el más allá.   
              

sábado, 14 de septiembre de 2013

LA MUERTE Y EL CREYENTE PARTE 2

         
  LA MUERTE Y EL CREYENTE                    SEGUNDA PARTE      

 Hay  tres  clases de muerte.
                                                                                                                                   Después de haber dado una explicación general sobre la muerte, como algunas opiniones o doctrinas anti bíblicas, que enseñan  diferentes organizaciones religiosas; a continuación  se expondrá con más detalles cada uno de los temas relacionados con este argumento, apegado únicamente en  lo que enseña la Biblia, y no en el razonamiento o ideas que puedan surgir de la mente humana.

 Se comenzará con decir, que hay tres clases de muerte las cuales son: 

 La espiritual, que  concierne a nuestra alma, esa parte intangible de nuestro ser la cual está  enemistada con Dios a causa de la desobediencia y el pecado.

 La física, que todos conocemos por la muerte del cuerpo, que  también se  podría definir como ese momento cuando se  separa el alma del cuerpo.

La  eterna, que es el castigo del alma, la cual al estar enemistada con Dios a causa del pecado; nunca buscó acogerse al plan de salvación, que Dios ha provisto para todos por medio de la muerte y resurrección de su hijo Jesucristo.

Esta última (la eterna) solo la experimentarán aquellos que, al efectuarse la separación de su alma del cuerpo;  nunca prestaron atención  en toda su vida al plan de salvación, que Dios le proporcionó al hombre para reconciliarse con él. Ellos estarán en el Juicio del gran trono blanco para ser juzgados, con la consecuente separación definitiva de su creador.   
La muerte espiritual.                                                                                                                                   Esta muerte la heredamos al nacer, por cuanto nuestros padres también nacieron en pecado. Esta no se refiere a la del cuerpo humano, sino a esa separación o enemistad que se produjo entre Dios y el hombre al momento de este pecar. Debido a que nosotros nacemos en pecado, todos estamos espiritualmente muertos, desligados de la comunión con Dios. Seguramente que esta definición, para algunos les puede resultar difícil de entenderla  cabalmente. Para tener una idea más clara de su significado, se pondrá un ejemplo de algo que es muy conocido por nosotros.

Todos sabemos, que de una pareja de ovejas completamente blancas saldrán ovejitas blancas;  en cambio de una pareja de ovejas manchadas, saldrán ovejitas con manchas en su piel. Esto quiere decir que al reproducirse saldrán a semejanza de sus padres.  Por supuesto que  de una pareja de humanos saldrán también hombres y mujeres de la misma naturaleza y semejanza de sus padres. Es así que, si la primera pareja Adán y Eva, hubiesen tenido hijos antes de ellos pecar contra Dios; los hijos e hijas hubieran nacido inocentes y sin pecado. Pero como primero pecaron y luego tuvieron hijos, estos nacieron con el estigma del pecado en ellos. Estando así espiritualmente muertos.

Esto causó que toda la raza humana estuviese enemistada con Dios. Esta condición es la que se conoce como la Muerte espiritual. Sin embargo, esta condición  tiene remedio, mientras en el transcurso de la vida que le es concedida al hombre, haga lo que Dios le indique por medio de su palabra que es la Biblia; aceptando el medio salvífico que puso a disposición de la humanidad.

Lo que puede escapar del razonamiento de algunos, según nuestra manera de ver  las cosas es: ¿Por qué un niño que apenas entra en esta vida nace en pecado? ¿Acaso a ellos se les responsabiliza de los pecados de sus padres? No, de ninguna manera, los hijos no son responsables de los pecados de sus padres. Sin  embargo de una pareja de pecadores, nacerán hijos con la raíz del pecado, a causa de que sus padres eran pecadores. Por supuesto que ellos (los hijos) no serán responsables de los pecados que cometieron  sus padres.  
   
Para aclarar un poco más el argumento se pondrá otro ejemplo, aunque este no sea exactamente igual, con algo que es reconocido por la ciencia; se trata de lo que puede acontecer  cuando una mujer enferma con sífilis, resulta embarazada, ella puede trasmitirle la enfermedad a su futuro bebé. Igualmente las enfermas de SIDA pueden pasar la enfermedad a su bebé.

 Bien de esa misma manera, todos hemos nacido con esa huella del pecado. Sin embargo nosotros no seremos responsables del pecado de nuestros padres, sino de los nuestros. Esa transgresión o pecado original, podríamos compararlo a un vertedero de desechos de una ciudad hacia un río, el cual contaminará todo el caudal de río hacia abajo.   

El apóstol Pablo expone esta doctrina de la imputación del pecado de Adán, el cual pasó a  todos los hombres, como de la justicia de Cristo en lo que respeta a nosotros que creímos; en el libro de Romanos 5.19 lo explica diciendo:”Así como por la desobediencia de un hombre (Adán) muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, (Jesucristo) muchos serán constituidos justos”. Por supuesto que para beneficiarse de la justicia que Dios nos ofrece, el único requisito es creer de todo corazón  que Cristo murió y resucitó para nuestra justificación.

Esta condición en la cual hemos nacidos es decir en pecado, es lo que ha ocasionado la separación del alma humana de su creador, como su muerte espiritual. Esta condición hay que diferenciarla de la muerte del cuerpo como de la eterna, ya que Dios ha provisto para el hombre la propiciación, o sea la de “Apartar su ira mediante la justicia de un hombre”; que únicamente fue cumplida por su hijo.

Jesucristo fue el único que cumplió con ese requisito de justicia. Es así que todo aquel que cree y acepta  ese  sacrificio como si  hubiese sido hecho para él personalmente, es
Reconciliado en el acto con Dios; restableciéndose así esa relación que se había perdido. Se puede concluir diciendo, que la muerte espiritual la podríamos catalogar como algo temporal, ya que mientras el hombre tiene vida en este mundo existe la posibilidad de ser reconciliados con Dios por medio de Jesucristo. El único mediador entre Dios y el hombre como dice en 1Tim 2.5 “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.

Un paréntesis ¿Qué de los niños?                                                                            Antes de continuar con el tema, que se viene desarrollando, es conveniente abrir un espacio para aclarar, algo que inquieta a muchos padres cuando se diserta sobre este argumento, de la trasmisión del  pecado original a todos los hombres.

Ya que muchos se preguntarán, ¿cómo quedan los niños en esa trasmisión del pecado original, y cuál será el destino de los niños que mueran antes de llegar a tener razón o consciencia de sí mismo? Ya que  por no poder discernir entre lo bueno y lo malo, no pueden tampoco tener conciencia del pecado; y  de su responsabilidad con Dios. Lo primero que tenemos que resaltar aquí es: Que Dios es esencialmente Justo, y así como no dará por inocente al malvado, tampoco condenará al inocente. (Éxodo 34:7)

Sin embargo aunque esta doctrina de los niños que para algunos no está bien definida, en cuanto al pecado original, no se puede absolutamente pensar que Dios no lo haya previsto. En la palabra de Dios hay  algunos pasajes que el mismo Jesús mencionó, referente a este tema que dan una  respuesta y tranquilidad, a los que tengan esas inquietudes.

 En una oportunidad Jesús dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porqué de los tales es el reino de los cielos.” (Mateo 19:14) Como también dijo: “De cierto os digo, que si no os volvéis o hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mateo 18:3) dando a entender, que sí hay una previsión divina para ellos.

Sin embargo para el investigador, y el experto en la palabra, este tema debería ser sencillo, ya que lo analiza tomando en cuenta el plan macro de Dios. El cual de  la totalidad de los humanos que nacerían en pecado por la transgresión de Adán y Eva, hasta el último al final de la vida de este mundo; Él escogió un grupo para sí, aún antes que Él creara los ángeles, el universo, y al mismo hombre. A estos los inscribió en el libro de la vida; de los cuales ni uno de estos que fueron escogidos se perderá.

Tenemos entonces que un niño escogido e inscrito en el libro de la vida, es salvo desde el vientre de su madre, durante su infancia, su juventud, hasta “el día de Dios para él” Donde  oirá su llamado recibirá la fe que le es dada como un don, y aceptará a Jesucristo como su salvador. Todo esto, no por ser mejor que los demás sino por la misericordia de Dios.

De manera que si debido a una enfermedad, o cualquier otro medio como guerra, terremoto, catástrofe etc. La vida de alguien fuere interrumpida en su infancia,  antes del día que Dios lo hubiese llamado para aceptar a Jesucristo, siendo él escogido, no se perderá jamás; y tiene su lugar el reino de los cielos. Ciertamente Dios en su soberanía y justicia sabrá cómo manejar esos casos en particular.

Por el contrario el niño que no esté inscrito en el libro de la vida, en ningún momento o circunstancia  de su vida reconocerá a Jesucristo como su salvador aunque se le presente la salvación en bandeja de plata y se le explique en detalles el plan Divino. Ningún argumento será suficiente para poderlo satisfacer a plenitud. En el supuesto caso que Dios concediera a alguien no escogido una misericordiosa entrada a su reino, se repetiría la historia de Satanás, que insatisfecho de lo que Dios le había otorgado, deseó ser superior a su Creador.

Después de esta explicación podría surgir la pregunta: ¿cómo queda eso que dijo Jesús  de “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porqué de los tales es el reino de los cielos”? Ya que en ese pasaje, no discrimina entre niños escogido y los que no son. Pues todos esos niños a los cuales se refirió, pertenecían a su pueblo escogido, del pacto con Abraham, de la circuncisión, los cuales  aparte de estar inscritos en el libro de la vida, lo estaban también  en el libro de la casa de Israel.

Por último un consejo: El que realmente ama a sus hijos, y su familia, tiene que amar, honrar y buscar a Dios que “hace misericordia por  millares a los que le aman y guardan su palabra.”(Éxodo 20:6) Dios ciertamente salvará hijos, nietos y bisnietos  por generaciones por amor a los que le buscan. Hay una promesa para el creyente, en Hechos  11.13-14 donde Pedro relata que fue enviado por Dios para hablar a Cornelio diciendo: “Él (Pedro) te hablará palabras por las cuales  serás salvo tú, y toda tu casa.” Esa es la clave para nuestros hijos y nuestros familiares, ser fieles a Dios y él nos premiará, como aconteció con Rahab de la ciudad de Jericó, que por creer se salvó ella con toda su familia.

La muerte física.                                                                                                 Cuando se habla de la muerte física, todos de alguna manera sabemos  de qué se trata; es el momento cuando al ser humano se le termina el tiempo de su estadía en esta tierra. Seguramente hemos asistido en algún momento a un entierro; o hemos visto a alguien inmóvil en una urna, el cual ha dejado este mundo para siempre.

 Cuando esto acontece se debe entender que este ser viviente, ha llegado al final de sus días, bien sea por la edad, debido a una enfermedad, o por un accidente. Aparte de haber expirado,  y abandonado este mundo, el alma de ese individuo se ha separado de ese cuerpo, que fue su habitación durante todo el tiempo de su vida. Con el cual se identificó, y se relacionó por medio de él con los demás seres y cosas de este mundo.

 Es el adiós definitivo de su experiencia terrenal, desde ese momento ya no habrá más familiares y amigos; es  una separación dolorosa para los más allegados del fallecido. Sin  embargo  todos lo vemos con resignación, sabiendo que es el camino de la vida y que un día nos tocará a cada uno de nosotros.

 Siendo este el medio, para cumplir la sentencia de regresar al polvo de la tierra. Porque cuando el hombre pecó, Dios le había advertido que  de desobedecer, ciertamente moriría y eso dio lugar a que la muerte pasara a todos los hombres. Diciéndole que  su cuerpo que fue formado con los  elementos de la tierra, volvería allí al final de sus días.
En  Génesis 3.19 le dijo: Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres y al polvo volverás”.

La diferencia entre el hombre y los ángeles.                                                         Aunque también hubo una parte de los ángeles que pecaron, ellos no están sujetos a la muerte física; porque ellos son seres incorpóreos, son espíritus. Los cuales por permisión de Dios, pueden tomar forma humana. (Como los que se presentaron a Abraham) en Génesis 18.1 y 19.1  

Hay  una gran diferencia entre los ángeles y el hombre, primero porque  ellos fueron creados mediante la directa voluntad de Dios. Como por ejemplo cuando en Génesis 1 dijo: Sea la luz, produzca la tierra árboles que den frutos, haya lumbreras en la expansión de los cielos etc. Con esa voluntad soberana y creativa, él hizo los ángeles a los cuales en el libro de Job y en otros, a todo ser creado de esa manera, los denomina “hijos de Dios”.

 Mientras para el hombre aplica una manera completamente diferente, ya que primero le da un cuerpo (cosa que los ángeles no tienen), siendo una obra formada por sus manos; de una sustancia similar a los elementos que contienen la tierra. (Como unos veinticinco elementos.) Luego sopló en su nariz espíritu de vida, llegando a ser un alma viviente.

 (Solo para completar la idea, es como si a un ángel (que es incorpóreo) lo vistieran o lo  metieran en un cuerpo). De allí que el nuestro es materia, y es perecedero, pero el alma, es eterna, por lo cual no perece. Ella  es la esencia de la vida del hombre, porque es algo que salió de Dios, y por medio de ese soplo, le dio espíritu y alma al hombre.

Por supuesto que cuando  alguien muere, el alma se libera de esa envoltura que la retenía y comienza para ella una vida completamente diferente en ese nuevo ambiente; desligada del cuerpo que ocupó durante su permanencia en esta tierra. Encontrándose en una nueva dimensión, en ese mundo de los espíritus, donde está Dios y todo el conjunto celestial creado por Él. Para nosotros los humanos, mientras vivimos, esa dimensión o espacio nos está oculto, hasta el día de la muerte cuando estaremos allí.
En el momento de ese cambio, de esta vida a la otra, todos los sentidos y recuerdos que tuvimos se conservarán y serán ampliados, como se explicará más adelante. 

¿Para qué es necesario un cuerpo si es perecedero?                                               La diferencia de poseer un cuerpo y no tenerlo consiste en lo siguiente: Que con él  podemos convivir con la naturaleza, manejar y utilizar las cosas que nos rodean, ver y comunicarnos con otros seres humanos. Es prácticamente, lo que nos permite estar en contacto con lo físico de este mundo. Al despojarnos de él perdemos esa facultad de comunicarnos con la parte  material de  este planeta. El alma del difunto ya  no está facultad de tener contacto con los vivientes, ni con el mundo físico.

Es lógico que para alguno, esto de seguir viviendo después de morir es algo difícil de poderlo imaginar, y mucho menos pensar que al estar separados del cuerpo se  puedan tener facultades aún más amplias de las que teníamos cuando se estaba en él. Ya que según lo que comúnmente se piensa es: que al dejar de funcionar el cerebro todo pensamiento perece, ya que es allí donde  residen todos los recuerdos.

Cosa que no es así, como se podrá apreciar con un ejemplo del más allá, que Jesucristo nos dejó, de lo que acontece  en esa dimensión  después de la muerte. Donde los sentidos de alguien que fue sepultado, en ese relato se nos demuestra que todas sus facultades  estaban activas y funcionando. Hasta  los sentimientos de su alma, ya que estaba preocupado por sus familiares que aun vivían en este mundo. Este relato se encuentra en el evangelio según san Lucas 16 (El cual  se comentará con detalles más adelante para no salirnos  del tema que se está tratando).

Después de la  muerte como sabemos, el cuerpo humano es devuelto a la tierra. Así lo decretó Dios como ya vimos en Génesis 3.19. Sin embargo este paso, o esta fase de la vida, en parte ha sido superada y vencida por Jesucristo al resucitar de entre los muertos. Ya que al resucitar la venció y la sometió, con el fin de que todos los que crean en Él, puedan volver a tener un cuerpo eterno, e incorruptible como el de Jesús.

Este será completamente nuevo y vendrá del cielo, no estará compuesto ni con  los elementos de esta tierra, ni con los del antiguo cuerpo, que yacen en las tumbas de este mundo (como algunos piensan). El cuerpo de resurrección, aparte de ser celestial por venir del cielo, será de la misma gloria del que tuvo Jesús.

No tendrá relación alguna con el actual, ni con esta tierra, la cual fue maldita por Dios, y cuyo fin según lo revela la palabra será quemada. Así lo afirma en 2 Pedro 3.10 diciendo: “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas”.

Debido a que la separación de un ser querido causa mucho dolor a sus parientes, no faltan en este mundo aquellos que por ganancia, afirman poseer facultades que le permiten comunicarse con seres del reino de los fallecidos en el más allá. Estimulando de esa manera esa innata curiosidad humana, o la simpleza  de aquellos que por el dolor y el abandono de un ser querido, se consuelan con la posibilidad que les ofrecen de tener un contacto con el extinto.
A parte que estas prácticas están condenadas por Dios en su palabra, no son otra cosa que un conjunto de falsedades y artimañas demoníacas, para engañar a los simples.

 La muerte eterna                                                                                                Ésta en la palabra de Dios es  llamada también “la muerte segunda” y es la más terrible de todas, y no tiene relación alguna con el cuerpo; es  el destino final del alma que durante toda su vida no buscó a Jesucristo como su salvador.

Esa alma que  despreció todas las oportunidades que tuvo de acudir a Dios para ser salvo. El  apóstol  en Juan 3.19 de su evangelio lo afirma diciendo lo siguiente: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, (la luz es sinónimo de Jesús y sus enseñanzas) y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas”.

Cada habitante de este mundo  en algún momento de su vida, de una u otra manera ha tenido la oportunidad de saber de esa luz que es Jesucristo, aún por medio de las navidades llega a su conocimiento que Dios en la persona de Jesús, se humanó y vino a este mundo a través de una bienaventurada Joven virgen, llamada María.

 Nadie podrá declararse inocente delante de Dios, hasta por haberlo nombrado en alguna ocasión sin necesidad, no será dado por inocente. Así está escrito en Éxodo 20.7 en el tercer mandamiento que dice: “No tomarás  el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano”.

Esta muerte segunda es lo más tormentoso que le pueda acontecer al alma. Luego, aparte de ser la paga por los pecados de toda su vida, es la separación y abandono definitivo de parte de Dios. Todo esto por el simple hecho de no haber aceptado la oferta de salvación que Dios le proporcionó al hombre en la persona de Jesucristo.

 En esa situación, y sin posibilidad  de cambio alguno es  que se encuentran Satanás y sus ángeles; ellos están en espera de la sentencia final de su castigo el cual será al final de los días de este mundo. Ellos por haberse rebelado en contra de su creador fueron castigados a estar por la eternidad alejados de Dios.

Posiblemente alguien podrá pensar, que eso del abandono de parte de Dios no es muy relevante, porque de todas maneras nunca lo hemos visto. Sin embargo es bueno tener presente lo siguiente: Al leer en los evangelios el relato de los sufrimientos de Jesucristo, cuando fue abofeteado, escupido, azotado y clavado en la cruz, él no se quejó en ningún momento de todo eso. Cumpliéndose la profecía de Isaías, el cual refiriéndose a Jesús, y a esos sufrimientos dice que no se quejó por todo lo que le hicieron.

Así dice el profeta de Jesús en Isaías 53.7: “Angustiado él, y  afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”.

 Sin embargo, al estar en la cruz cuando fue abandonado por el Padre por tres horas, fue cuando clamó a gran voz, como con ruego diciendo: Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado? Esto debería ser suficiente para poder entender que, aunque no le veamos, Dios está con nosotros porque su espíritu, una parte de Él,  está en cada hombre y mujer de este mundo. Luego al morir este vuelve a Dios que lo dio. Además él es Omnipresente y disfrutamos de su, misericordia y de todo lo que nos rodea.

 Resumen de la muerte eterna.                                                                           Solo Jesús sufrió hasta ahora, ese castigo del abandono, por esas tres horas; con el fin de que no lo sufriéramos nosotros eternamente. Lo expuesto anteriormente, referente al abandono de parte de Dios, es lo que la Biblia nos dice que es la muerte segunda del alma.

 Como ya se explicó, la muerte espiritual originada por el pecado, nos enemistó con Dios, sin embargo Él le concedió al hombre la posibilidad de una reconciliación, con el perdón  de todos sus pecados. Aun teniendo esa posibilidad de reconciliación, la muerte del cuerpo estará vigente para todos los vivientes hasta el fin de todo lo que tiene vida en este mundo en el futuro.

En el nuevo testamento, la muerte eterna tiene otro nombre que es “la muerte segunda”. Una clara descripción de los tormentos  de esta muerte la encontramos en 1Tesal. 1.10 que dice: Se espera con ansias la venida desde el cielo, del hijo de Dios, Jesús  a quien Dios levantó de los muertos. Él es  quien nos rescató de los horrores del juicio venidero. (NTV)

Este horror será para todos los que amaron más las cosas de este mundo, los que se apoyan en las tradiciones religiosas de sus antepasados, la santería y muchas otras cosas  en lugar de acudir a la Biblia, y al autor de la vida que es Jesucristo para el perdón de sus pecados.

Pensar que tanto al hombre como a la mujer, les hubiera bastado creer y reconocer, el sacrificio que Jesús hizo para darnos la salvación, y evitar así ese castigo. Confesando a Dios el Padre, de creer de todo corazón en Jesús, y que resucitó de entre los muertos para nuestra justificación. Tan sencillo como eso, es lo que le proporciona al hombre la salvación y vida eterna, evitando  así el horror del juicio venidero.

Todos tendrán en la vida una oportunidad de saber de Jesús.                              ¿Quién podrá decir hoy día que nunca llegó a saber el significado de la navidad y de la llamada “semana santa”? cada hombre habrá tenido la oportunidad de saber que a Jesús, lo mataron al clavárlo en una cruz siendo inocente; y que resucitó de entre los muertos. Hasta hay quienes cargan  un crucifico con ellos (que de paso no les ayuda para nada), y  solo les servirá para que den razón delante del Justo Juez de la humanidad, que hicieron con la persona representada en esa cruz, que murió en ella para perdonarnos.

 Ya que con ese acto Jesús estaba pagando por los pecados del hombre desde Adán en adelante. Esa es la Luz que vino a este mundo, y muchos no le han hecho caso; y nadie podrá excusarse delante de Dios. Luego los que afirman de no creer que hubo alguien que siendo Dios se humanó, naciendo como cualquier ser humano de una  mujer, y al llegar a ser adulto; no habiendo pecado murió por todos nosotros. ¿Será que ellos  piensan que son más sabios e inteligentes que los billones de almas, que sí creemos en Jesucristo y en esas dos fechas que conmemoran los hechos que ocurrieron en su tiempo?

En la tercera parte se disertará sobre el tema, de cómo está formado el hombre

Cualquier comentario, explicación o sugerencia                                                             aggeop@gmail.com 

sábado, 7 de septiembre de 2013

LA MUERTE Y EL CREYENTE PARTE 1


                                       EL CREYENTE  Y LA MUERTE

Esta exposición consta de varias partes  siendo esta la primera de ellas.

Introducción.   
Realmente este tema  aunque  se titule “E creyente y la muerte” debería ser dirigido y leído mayormente por ese conjunto de hombres y mujeres que viven despreocupados, sobre el destino futuro de su alma. Bien sea porque nunca oyeron hablar sobre el alma que poseen, o porque han recibido enseñanzas que no se encuentran en la palabra de Dios que es la Biblia. 
                
Es de esperar que cualquier creyente que lea esta exposición pueda aconsejar su lectura a personas confiada que ignoran estas cosas, o imprimirlo para que lo lean; bien vale la pena para que estén informados sobre este tema, que es tan importante  por ser de valor eterno.

Por supuesto que de  no creer en lo que la Biblia enseña no se obtendrá ningún provecho de este estudio; de creer y acatar sus enseñanzas, pondrá al hombre y la mujer  en el camino que Dios quiere que transite. Jesucristo lo confirmó en el evangelio según san  Juan 14.6 al decir: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí".

 Después  que el hombre desobedeció el mandato de Dios, Comenzó su peregrinar  por este mundo, por un tiempo que estaría limitado por la muerte. Esta sería, tanto la espiritual afectando  el alma, como para su cuerpo que iría envejeciendo paulatinamente hasta fallecer. La  explicación de la causa, por qué se tiene que morir, y que hay después de abandonar  esta vida; son temas complejos que para comprenderlos hay que comenzar por creer que la Biblia es la palabra de Dios; como fe, dedicación y el estudio de ella.

Algunos teólogos de la Biblia, de algunas líneas religiosas, con el fin de no perturbar sus propias mentes, como las de los fieles de sus iglesias, enseñan doctrinas que no se ajustan a la realidad de lo que la  palabra de Dios le revela hombre. Como tampoco  enseñan la realidad de  lo que acontece después de la muerte del cuerpo, al separarse el alma de él.

Por  supuesto, debido a que esas teorías (que se explicarán más adelante) ofrecen una segunda oportunidad después de la muerte, tienen una amplia aceptación entre sus seguidores, ya que les da algo de tranquilidad para sus mentes. Solo aquellos que realmente tienen el deseo de saber la verdad sobre estos temas, obtendrán de Dios, la ayuda y la guía de su Espíritu hacia la verdad.  Así lo aconseja la Biblia en Colosenses 3.16 diciendo: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría”. 

El que firmemente se proponga, en saber la verdad sobre estos temas, podrá con la guía de Dios y la Biblia llegar a discernir entre la realidad que enseña la palabra de Dios, y las doctrinas adulteradas. Solo así se podrán comparar a la luz de la palabra de Dios las enseñanzas y credos que no se encuentran en ella. Estas cosas acontecen cuando algunos líderes se desvían de la única verdad que ofrece la Biblia, e introducen pensamientos e ideas personales, en busca de gloria o ganancias. Estos actúan como maestros, torciendo las enseñanzas bíblicas, que son las únicas guías escritas que Dios
le ha provisto a los hombres. 
                                                                                                                                  Se puede pensar que para  algunos, no es fácil poder entender lo que la Biblia enseña, sobre la existencia de un  Dios creador del universo, como la coexistencia de un grupo formado por Satanás  y los  ángeles que se rebelaron en contra de Él. Los cuales son enemigos, tanto de Dios como de nosotros los humanos. Todo esto, y otras cosas más de lo que la palabra de Dios relata; es algo que seguramente a muchos se les hace difícil de  poderlas creer, y entenderlas a cabalidad.

 Lo mismo acontece con el tema de la creación del hombre, que Dios hizo del polvo de la tierra y le dio vida. Ni mencionar de cómo Dios hizo a la mujer, para dársela luego por compañera  a Adán. Mucho menos podrán algunos asimilar el relato, de la primera pareja, que por ingerir un simple fruto; desobedeciendo el mandato divino de no comer el producto de ese árbol de la ciencia del bien y del mal, haya  podido ser la causa de la  entrada del pecado, y la muerte para toda la raza humana.

Al  desobedecer el hombre el mandato Divino, y hacerle caso a las  argucias Satánicas, se constituyó automáticamente en súbdito del diablo, por cuanto obedeció su voz y no la de su Creador. Desde ese momento que desobedeció, él también tendría el mismo castigo que le fue preparado para Satanás y los ángeles que participaron en esa rebelión que hubo en el cielo.

Muchos alegan que no pueden creer en esas cosas, porque la Biblia fue escrita por varios hombres, razón por la cual ella no puede ser confiable con lo que afirma. Sin embargo ellos, fácilmente pueden creer en los escritos de otros hombres, con cuyas hipótesis afirman que este universo se formó por una  gran explosión (la famosa teoría del “big Bang”). Y Como  el hombre se formó por medio de la evolución de las especies, terminando con “el último eslabón” (que  de paso no lo encuentran), para  afirmar que el hombre procede del mono.

Los que no creen las cosas escritas en la Biblia, la cual contiene todas las informaciones e  instrucciones que el hombre pueda necesitar para documentarse; dejando aparte el hecho que están despreciando las sagradas escrituras, están a su vez, repudiando al autor e inspirador intelectual que no es otro que el mismo Dios.

Lo mismo aconteció con Jesucristo y su pueblo, los cuales no creían que Él, era el Mesías. Ellos afirmaban que creían en los escritos bíblicos pero no en Él. Jesús para que pudieran notar sus contradicciones  en Juan 5.39 les dijo: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”.

Moraleja, reconocían las escrituras pero no reconocían a su autor. Lo más Absurdo de todo esto es: Que los que  alegan de no poder creer en la Biblia, por el hecho de que fue escrita por seres humanos; por otra parte le dan crédito a las teorías escritas por otros hombres, donde hablan que el  inicio del universo se produjo por una gran explosión, y luego la evolución se encargó de todo lo demás.

Posiblemente los que  piensan de esta manera, creen que los autores, de esas falsas teoría y contrarias a la realidad manifestada por Dios en su palabra, sean escritores más sabios que Moisés, Isaías, Salomón y otros; que inspirados por Dios escribieron esos sesenta y seis (66) libros que contiene la Biblia, sin que ninguno de ellos se contradiga en su contenido. Pues El apóstol Pablo  nos da la correcta  enseñanza sobre este argumento diciendo en 2 Timoteo 3.16 “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”.

A estos  tipos de individuos, difícilmente se les puede dar a entender que Dios es el creador de todo. Sin embargo por conveniencia, festejan los días en los cuales  se conmemoran, el  nacimiento y la  muerte de Jesucristo, pero no lo reconocen como  el Creador de todo, Salvador y mucho menos como Dios.

 Cuando se trata de enseñarle a uno de estos, que Dios es el creador de todo lo existente, la tarea llega a ser como aquel que pretende explicarle a un ciego de nacimiento, la belleza de los colores. En esta tarea por más que uno se esfuerce con ejemplos verbales, nunca lograría que el ciego pudiera llegar a entender la diferencia que existe entre un rojo, blanco o negro. Porque él no tiene idea de lo que es un color, ya que en su mente solo tiene tonos de gris oscuros, o más claros, según la intensidad de la luz que hay en el ambiente; debido a que nunca vio los colores, por haber nacido con ese impedimento de la vista. 

 Pero si tan solo se le pudiera conceder la vista por un momento y mostrarle los colores, inmediatamente entendería lo qué es un color, y la diferencia que hay entre ellos. Eso mismo es lo  que acontecerá un día, cuando el alma del hombre se separe del cuerpo, y llega a esa nueva dimensión. Al  cruzar esa frontera, se encontrará en la presencia de Infinidades de seres celestiales, como de aquellos que vivieron y dejaron un día este mundo.

 En ese momento el alma que estuvo con las limitaciones que les fueron concedidas al cuerpo, se dará  cuenta que su entendimiento de las cosas se amplió; las dudas desaparecieron, su conocimiento estará en la plenitud perfecta. El apóstol Pablo nos da la correcta explicación sobre este tema de lo que acontecerá en ese momento diciendo 
en 1 Corintios 13.12  “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido”.

En ese instante, el alma se dará cuenta como estuvo sometida a un cuerpo, que Dios le permitió ocupar por un tiempo, limitando a lo humano sus facultades. El alma tuvo que estar sujeta a ese cuerpo que le fue permitido ocupar, a tal punto, que en algunos casos al este enfermarse, sus capacidades  para actuar fueron minimizadas de acuerdo a la índole de la enfermedad. Por ejemplo, en el caso de estar el cuerpo enfermo con alzheimer, demencia senil o en coma, el alma queda  completamente desconectada de este mundo; estando el cuerpo en esa condición, este llegaba a ser la celda de su prisión.

Cualquier humano  sea cual fuere la causa al morir, su alma se separa de ese cuerpo, y  lo abandona para siempre; en ese momento para ella es como salir de una prisión, con la claridad de un nuevo amanecer. Esa alma que estuvo recluida por años conquista su libertad, al librarse  del que lo retenía. Desde ahora  estará en su ambiente natural, desapareciendo todas las dudas y limitaciones, a que estuvo sujeta. En ese momento de un conocimiento relativo de las cosas, pasará a una más amplia percepción, y de todos los orígenes. Sabrá al fin quién es Dios y su perfecta justicia.

Solo restaría  por decir lo siguiente: Toda alma que buscó como refugio a Jesucristo, estará  bajo la protección  de Dios y seguro en Él, como lo describe el Salmo 91.1 al decir: “El que habita al abrigo del Altísimo Morará bajo la sombra del Omnipotente”. Pero ¿qué será de aquel que dudó de todo acerca de Dios, de su palabra y nunca buscó la salvación en Jesucristo?  Estas y otras tantas preguntas, tienen la respuesta en el tema de este estudio que inicia a continuación.

                                                       
                                                  PRIMERA PARTE

Donde se originó y como entró la muerte al mundo.

Al iniciar este tema es conveniente saber que la muerte ha sido interpretada y explicada en varias  maneras por muchos en diferentes edades. Sin embargo nada ni nadie, puede dar una explicación más acertada que la Biblia, la palabra de Dios revelada al hombre. Así que, apartando las opiniones personales, veremos lo que ella nos dice sobre su origen y efectos para toda la humanidad. En el libro de Romanos 5.12  lo enseña de la siguiente manera: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Lo que este pasaje bíblico nos comenta como primera cosa es, que la muerte es una consecuencia del pecado; luego nos dice que entró al mundo por un hombre.

Todos sabemos a qué hombre se refiere, y cuál fue su desobediencia; aunque para algunos, esa transgresión de Adán, de comer ese fruto que Dios le prohibió que comiera, advirtiéndole que de hacerlo  ese día moriría; le podría parecer algo muy insignificante, para haber traído tanto dolor y miseria a este mundo.

Seguramente se puede pensar de esa manera, porque no nos podemos imaginar la santidad y la justicia de Dios, que sobrepasa todo entendimiento. Y no solamente eso, sino que por su justicia tuvo que aceptar, que tanto el hombre como su hábitat, la tierra  desde ese momento pasaban a ser dominados por Satanás.

Es posible que la anterior afirmación, para algunos les pueda parecer algo exagerada, pero ya no lo será cuando meditamos en lo que le dijo Satanás a Jesús cuando lo llevó a un lugar apartado para tentarlo según lo relata el evangelio según San Lucas 4.5-7 que dice: “Y le llevó el diablo (a Jesús) a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos".

Como se puede notar que esa desobediencia, que algunos retienen una insignificancia, fue  la que causó todo el desastre de pecado y muerte en este mundo. Por cuanto el hombre creyó lo que le sugirió el diablo, y no lo que Dios le ordenó. Luego debido a que toda injusticia es pecado, esa desobediencia fue el origen que acarreó la entrada de la muerte para todos los hombres.

El significado de la sentencia: “ciertamente morirás”. 

Dios fue muy claro al decirle a Adán de no comer el fruto de ese árbol, en Génesis 2.17 le dijo: “mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”. Solo como una reflexión, para los que piensan que eso de comer ese fruto fue algo insignificante. ¿Nos hemos puesto a pensar como hubiera quedado Dios, si después del hombre comer ese fruto, por amor a la pareja le hubiese solamente regañado y sermoneado diciéndole: No vuelvan a hacer eso de desobedecerme?

 Como hacen muchos padres que prometen a sus hijos y luego no le cumplen. La palabra de Dios es firme como una roca, y de no ser así, ¿qué Dios sería ese que no cumple lo que promete? De no haber cumplido, seguramente esos mismos que piensan que  ese pecado  de Adán fue una simpleza, hoy día estarían criticando a Dios por no haber cumplido, lo que había prometido que de desobedecer moriría.

Cuando Satanás se rebeló en contra de Dios con esa tercera parte de los ángeles, (pueden leer algo de esa rebelión en Isaías 14.11-17 y Ezequiel 28.12). Todos  los que participaron en esa rebelión fueron castigados. Aunque ese castigo todavía no se ha efectuado, les está reservado un lugar de tormento en el futuro. Así fue revelado por Jesús en libro de Mateo 25.41 diciendo: “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”. Ese castigo es lo que se conoce como la muerte eterna.

 Ese  mismo castigo le tocaba también al hombre, aunque  para él ese castigo tiene otro nombre que es: “La muerte segunda”. Así lo llama en Apocalipsis 21.8 para todos los pecadores de este mundo al decir: “Pero los cobardes e incrédulos,  los abominables y homicidas,  los fornicarios y hechiceros,  los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”.

Esa segunda muerte, no tiene nada que ver con la del cuerpo que nosotros conocemos, que es la primera que les acarreó el pecado a todos los hombres. La cual conocemos como la muerte del cuerpo, donde el cuerpo vuelve  al polvo de esta tierra. Después de esa muerte, lo que le espera al hombre es el juicio. Esto es lo que la Biblia nos enseña en Hebreos  9.27 que dice: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio".
 
 A este punto es propicio recordar: Que todo aquel que en esta vida no ha asegurado el perdón de sus pecados con Jesucristo, y no tener inscrito su nombre en el libro de la vida; después de su muerte natural le espera la otra, que es la muerte segunda. La cual no es sí una muerte como se podría entender, sino el castigo contemplado para todos los que no le hicieron caso al que podía perdonar sus pecados. En Juan 3.19 lo confirma diciendo: “Y esta es la condenación: que la luz (Jesús) vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas”. 

La condenación en sí consiste en la separación eterna del ser humano, de la presencia de Dios, para estar en el mismo lugar de castigo que le fue preparado para el diablo y sus ángeles. El que cree y acude  en Jesucristo como su Salvador, tendrá un trato muy diferente y sufrirá de una sola muerte que es la natural. Es así como dicen comúnmente en el ambiente cristiano: que el que nace una sola vez, muere dos veces, y el que nace dos veces, una de mujer y otra por el Espíritu, muere una sola vez.

Las consecuencias de la desobediencia del hombre. 

 Por supuesto que desde el momento, que el hombre desobedeció, se encontraba en la misma condición de castigo, que Dios dispuso para Satanás. Es decir, estaba condenado “al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”. Pero Dios en su amor mostró misericordia hacia el hombre al prometerle un Salvador, que lo rescataría de esa condición de pecado, para colocarlo como miembro de la familia de Dios. El  único requisito para que esto se hiciera una realidad, sería creyendo y confiando  plenamente en Él, como prometió que lo haría; y lo cumplió al enviar a su hijo Jesús, para morir por nosotros en la cruz.

A todo esto damos gracias a Dios, porque aunque  el hombre cayó en ese pecado  enemistándose con Dios, como lo hicieron Satanás y sus ángeles al rebelarse, al hombre  Dios le concedió la posibilidad de ser rescatados; tuvo misericordia del ser humano sacrificándose Él mismo por nosotros, para  socorrernos, para restaurarnos y darnos la posibilidad de ser reconciliados con Él.

Este acto soberano y misericordioso de parte de Dios, posiblemente se debió a que Satanás y los ángeles tenían un amplio  conocimiento de su majestad, poder y esplendor, que el hombre y su mujer no tenían. Como también es de suponer, que esa rebelión de Satanás y sus ángeles fue algo que se preparó con premeditación. Mientras la del hombre fue inducida con engaño. (Esto no es con el fin de justificar la desobediencia del hombre).

Sea cual fuere la razón, a los ángeles no le fue concedida otra oportunidad de ser socorridos, y seguir viviendo con Dios; porque ellos ya tenían ese privilegio y lo perdieron. Dios en su soberanía, este socorro solamente se lo otorgó  al hombre; no se lo concedió  los ángeles. Así lo dice en Hebreos 2.16: “Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham”. (Donde estamos incluidos nosotros).

 De manera que, así como Dios le puso un período de prueba a Adán en el huerto. En el futuro le daría al hombre toda una vida, para que pudiera libremente escoger a quien servir; si a Él para  salir de esa condición de muerte espiritual y buscar la vida en Jesús, o seguir como esclavo al lado de su enemigo Satanás para  una muerte eterna.

El primer período que le concedió al hombre fue el de la conciencia, que inició con Adán, hasta Moisés. En el cual los hombres se regían según las enseñanzas que recibían de padres a hijos. Estas eran conservadas en sus corazones y en  cuyos razonamientos, sus conciencias los defendían o acusaban. Ya que no había escritos ni experiencias previas  aparte de las que impartía Adán a sus descendientes.

En Romanos 2.12, así lo explica: "Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados;  Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio”.

Luego viene el período de la ley, desde Moisés hasta Jesucristo. En ese período  estaba  establecido que sería: “Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas”. Cosa que resultó imposible para el hombre.

Por  último desde que Jesucristo vino a este mundo, y cumplió con todos los requisitos de la ley;  y entró el período de la gracia, en el cual todo aquel que creyere de corazón en su muerte y resurrección sería salvo.

Lo que sí no ha cambiado, es que tanto al hombre, como a la mujer Dios les estableció un período de vida en este mundo. Durante  ese tiempo, cuidándose en comer sanamente y evitando con  prudencia  los peligros y los vicios; su promedio de vida   sería por lo menos unos setenta u ochenta años. Luego instruyéndose de una manera adecuada con la palabra de Dios y creyendo en el sacrificio de Jesucristo su alma viviría eternamente con su Creador.

Por lo que concierne esa oferta de salvación prometida por Dios, no se trata de una simple promesa de socorro, y así rescatar al hombre con algún medio negociable o humano. Era algo muy serio para para su Hijo, el cual se había ofrecido voluntariamente para esa obra. Era exactamente lo que Abel había hecho cuando ofreció ese cordero inocente por los pecados de él. Ese animalito no tenía culpa alguna, no conocía el pecado, ni los de Abel. El cordero solo estaba  representando a Jesucristo, al Dios hecho hombre que moriría para perdonar y salvar a la humanidad como ese corderito.

  Significaba que Jesús, tendría que humanarse, nacer como un simple mortal, vivir como tal y sin pecar, cumplir con toda la ley, (aun siendo Dios no aferrarse a lo que él era) tenía que luchar y ser tentado en todo como un hombre cualquiera; y luego ser la víctima al morir como un  inocente cordero sin motivo alguno.

Esa muerte de un justo por los injustos, fue para vencer el pecado y la muerte. En efecto como la muerte vino por un hombre que pecó; también por Jesús el justo que murió injustamente ella fue vencida. La prueba irrefutable de su victoria fue que la muerte no lo pudo retener en la tumba; por haber sido ejecutado siendo inocente. Esa  fue la razón por la cual  la muerte no lo pudo sujetar, y tuvo  que soltarlo a los tres días, razón por la cual, Dios el Padre lo resucitó de entre los muertos. 
 
Ese acto sirvió para que el hombre tuviera la oportunidad de ser socorrido, y obtener durante  su vida en este mundo una segunda oportunidad. Lo que el hombre tiene que entender claramente ahora es: Que eso no funciona de una manera automática. O sea, que Jesús venció y todo quedó resuelto. Sino que  el hombre quedó  en medio de dos fuerzas, la del bien que es de Dios, que le puede socorrer salvando su alma, y la otra la de Satanás que lo llevará a la condenación eterna. Dios está ahora  a la puerta del  corazón del hombre, con la disposición de perdonarle; él solo tiene que  abrirle su corazón, y confiar plenamente en Él, dándole entrada a su vida para obtener la paz con Dios.

A este punto es donde el hombre tiene dos alternativas, una es la de creer que Dios envió a Jesucristo para salvarle, creyendo que murió por él, y resucitó para su justificación. Esto es lo que la palabra de Dios le aconseja al hombre; y se encuentra en el libro de Romanos 10.8-10 diciendo: “Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón.  Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”.

Eso es todo lo que Dios requiere del hombre, solo con creer y confesar diciendo de todo corazón: “Dios mío, yo creo que Jesús murió y resucitó por mí”. Nada  más  fácil, solo creer lo que Dios dice. Con eso se restablece la paz con Dios y se obtiene la vida eterna. En cambio para perder esa oportunidad de salvación y ser condenado eternamente, el hombre no tiene que hacer absolutamente nada. Puede  permanecer como está, con sus creencias, costumbres religiosas y tradiciones. Con esa actitud permanecerá con aquel que tiene el reino del pecado y de la muerte.

Una analogía para regresar a Dios y obtener el perdón.  

  Alguien podrá decir, ¿Bueno, si Jesús venció en la cruz el pecado y la muerte, no somos ahora todos salvos? Teóricamente es así, pero aunque  Dios es el que pone en el hombre y la mujer; “tanto el querer, como el hacer por su buena voluntad;” la misma palabra le da un espacio al ser humano, para que después de oír, o leer la palabra de Dios, en el alma de aquel que es escogido, se generará una inquietud, un despertar espiritual para ser justificado,(esto sería la fe) y ese creer para  justicia, es solo un primer requisito. Según lo enseña en Romanos 10.9. Luego viene el otro paso, ya que  Dios requiere una confesión de parte del hombre; en ese momento es cuando él debe poner de su parte para completar el proceso de salvación  según Romanos 10.10. Para poder entender bien la posición de cada uno de nosotros, se usará esta analogía.

Imagínese por un momento de estar manejando un vehiculo y entras en una flamante y ancha  autopista, que al finalizar lo lleva a una ciudad llamada “perdición”. Como a la mitad del camino, lees un aviso que dice: “a dos Kilómetros  desvío para “ciudad vida;” con  una flecha indicando a la derecha. Sigues manejando y pensando en ese desvío que despertó en ti el deseo de visitar esa ciudad. Al  llegar a esa entrada, recortas te paras y ves que la carretera no es mala, pero no es tan buena y ancha como la autopista en la cual estas recorriendo.

A este punto tienes que decidir, si te desvía a la derecha hacia esa otra dirección, o simplemente sigue derecho sin que se  produzca  ningún cambio en la ruta que llevas. En ese momento tiene delante de ti los dos caminos, puedes omitir completamente ese desvío a la derecha,  y continúa por el camino en la  autopista que te conduce a la ciudad “perdición”.  Para eso no tienes que hacer nada en absoluto, ni tomar decisión alguna sino seguir por la misma autopista hasta ese destino final.

Si por el contrario cuando estás en ese encrucijada decide visitar la “ciudad vida”, al poco rato de recorrer la entrada, encuentras un peaje, al llegar allí un vigilante te da un folleto que dice: Para tener acceso a esta ciudad  debes hacer y creer todo lo que está escrito en este folleto. De no  estar de acuerdo, puedes dar la vuelta y regresar a la autopista por donde venías. Si estás de acuerdo con las instrucciones del folleto, sigue exactamente lo que dice, y tendrás acceso a la “ciudad vida”. Tan sencillo como eso.

Claro que aparentemente todo parece muy sencillo, solo que ahora resta saber cuál el contenido o que dice ese instructivo. En él está escrito lo siguiente: “Todos los que toman este camino para entrar a la “ciudad vida” tienen: “que confesar con su boca que Jesús es el Señor, y creer en tu corazón que Dios le levantó de los muertos,  para ser salvo. (Romanos  10.9-10). Con eso solamente llega a ser ciudadano de ella para siempre.

Lo  que Jesucristo hizo fue, para que todo aquel que cree en él, no se pierda más tenga vida eterna; Él abrió un camino a la derecha para la vida. Para  seguir en el camino que lleva a la perdición, el hombre no tiene  que hacer absolutamente nada, solo tiene que seguir por ese camino que emprendió. Para tomar el camino de la vida, hay que creer, y hacer lo que dice la palabra de Dios. Él restableció al hombre, a esa posición que tenía  antes de  pecar, con la diferencia que ahora tiene conocimiento y sabe dónde está la voluntad y la voz de Dios, y cuál es el camino que lleva a Él, por medio de la fe.  En efecto el mismo Jesús lo afirmó en Juan 14.6 al decir: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Mientras  la intención de Satanás es, la de destruir el alma del hombre, por el solo hecho de que somos una obra especial de las manos de Dios.

 Algunas teorías espuria o ilógica sobre el más allá.       

 Antes de analizar la diferencia existente entre la muerte espiritual, la física y la eterna, que se explicará en la segunda parte; es necesario conocer lo que algunos credos religiosos  enseñan sobre lo que acontece después de la muerte. No se hará mención a cuales doctrinas o grupos pertenecen tales enseñanzas, ya que la idea no es juzgar esas otras creencias, ya que solo se desea, es que sea la palabra de Dios, y el buen juicio del lector, el que juzgue y determine la verdad del tema, a la luz de la palabra de Dios.
Como se dijo anteriormente en la primera parte, algunos teólogos o estudiosos de la Biblia de algunas líneas religiosas, con el fin de no perturbar sus propias mentes, como las de otros fieles, enseñan doctrinas, que no se ajustan a la realidad de lo que la  palabra de Dios expone para ese caso. Ni lo que acontece después de la muerte, cuando ocurre la separación del alma de su cuerpo.

Por supuesto, debido a que algunas de esas teorías ofrecen una segunda oportunidad después de la muerte, otras diciendo que eso será como un sueño sin fin y  total del alma, o una perpetuación reencarnándose nuevamente y de manera continua. Esas enseñanzas  tienen una amplia aceptación entre sus seguidores, ya que les ofrece algo de tranquilidad para sus mentes.

 Mientras la verdad  que se encuentra en la palabra de Dios, solo nos habla de morir una sola vez, y luego de un justo  juicio de parte de Dios, ese  determinará en cuál de los dos lugares preparados para  todas las almas ella irá. Como son varias las enseñanzas difundidas de los que presuntamente acontece  con el alma después de la muerte, solo se mencionarán tres de las más divulgadas, que seguramente han llegado en algún momento a nuestro conocimiento.

 Comenzaremos con decir, que una esas enseñanzas es el sueño o destrucción del Alma.  Esta  consiste en decirles a sus fieles que al morir, su alma estará reposando en una tumba al igual que su cuerpo; iniciando  un sueño en el cual no sabe más nada de su existencia o de vida anterior, perdiendo por completo la conciencia de las cosas. O sea, la  comparan  en el aspecto físico, a alguien que duerme; en cuyo sueño pierde totalmente  el conocimiento de su existencia. Luego si esa alma está en la mente de Dios, por haber obrado adecuadamente en su vida Él lo resucitará.

 En caso contrario, el de no haber obrado conforme a lo establecido por Dios, seguirá en ese estado de inconsciencia perdiéndose para siempre. O sea el alma desaparece, desvanece para siempre como si nunca existió. Seguramente que estos maestros, no han meditado bien en el relato de Lucas 16, donde Jesús enseña con la historia del rico y Lázaro lo que acontece después de la muerte. O si intencionalmente lo omitieron, tanto para complacer su mente, como la de los seguidores de esa doctrina.

  Otra muy divulgada también es esta otra doctrina que no se puede dejar de mencionar por ser tan engañadora como el “sueño eterno del alma”, esta es la del purgatorio. Según esta línea religiosa su definición es la siguiente: “Debido a que todo aquel que entra en el Purgatorio terminará entrando al Cielo tarde o temprano, el purgatorio no es una forma de infierno. Las plegarias a Dios por los muertos, la celebración de eucaristías y las indulgencias pueden acortar la estadía de una o varias almas que estén en dicho estado”.  (La anterior definición  fue copiada de Internet.)

Pues como se puede notar, esta es otra doctrina que  trata de suministrar una esperanza, o una segunda oportunidad después de la muerte al que no cumple con lo que Dios ha provisto para el perdón de los pecados. Esta  enseñanza es un desprecio directo al sacrificio de Jesucristo. El cual siendo el Dios creador de todo lo que existe, después de despojarse  de su lugar de gloria se humanó para  vivir y luchar en este mundo como  hombre cualquiera.

 Cumpliendo él con todo lo establecido en la ley, soportó el vituperio de su pueblo que no pudo reconocerlo como su Dios y protector. Fue abofeteado, escupido y escarnecido por los mismos hombres que Él creó. Luego sin haber cometido pecado alguno lo condenaron a muerte, siendo clavado en una cruz.  Todo lo anterior Jesús lo hizo por amor al hombre  para librarlo de las manos de Satanás, de la esclavitud del pecado y de la muerte eterna.

Ahora en el año 1003, viene un tal Siccone Sechi, “Juan XVII” que , instituye la fiesta de los muertos y de allí nace el purgatorio. En el cual con plegarias, eucaristía, e indulgencia se puede acortar la estadía en ese sitio con el perdón de los pecados para luego entrar al cielo. ¿Qué le parece? a este papa hay que hacerle un monumento en el cielo.
Porque reflexionando un poco sobre este medio tan sencillo del purgatorio, donde pagando una misa, o indulgencias y eucaristía se puede por medio de un sacerdote obtener el perdón de los pecados. Con esta idea o método, con el cual se acorta el tiempo de permanencia en ese sitio, quedando el alma limpia de todo pecado para entrar al cielo. Con todo esto se podría  llegar a la conclusión, que el sacrificio de Jesucristo por los pecados de la humanidad, y todo su sufrimiento, fue todo un teatro de parte de Dios sin ningún valor, ya que el purgatorio lo sustituiría plenamente.

Tuvo que ser este genio Siccone, el hombre que inventara el purgatorio para que se iluminara la mente de Dios; que seguramente quedaría  extrañado, que a Él no se le había ocurrido eso antes. El lugar de enviar a su Hijo Jesucristo al desprecio  y  muerte en la cruz haciéndose maldición por nosotros. Ya que según la ley el que muriera colgado en un madero era maldito. Gálatas 3.13  “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero”.

No se explica cómo estos maestros  puedan enseñar ese atajo para recibir el perdón de los pecados, sin acudir al  único medio de salvación y dador de la vida que es Jesús.  Lo lamentable de todo esto es: que muchos viven con esta falsa esperanza de un purgatorio que los librará de sus pecados. Estos ignoran  que están engañados, ya que solo Jesús puede perdonar sus pecados en esta vida; porque al morir ya está sellada la suerte del alma sin posibilidad de cambio alguno, ni de purgatorio del cual la Biblia no menciona ni insinúa su existencia. Estos maestros, tampoco  han meditado bien en el relato de Lucas 16, donde Jesús enseña la historia del rico y Lázaro, y lo que les acontece después de la muerte. O lo omitieron intencionalmente para complacer sus mentes, como la de los seguidores de esa doctrina.

Otra doctrina de hombre, que tampoco se menciona en la palabra de Dios la Biblia, es la de la reencarnación. Ésta  la podríamos llamar la perpetuación de la vida, que  tampoco se sabe de dónde se apoyaron para semejante falsedad: enseñando que el alma vuelve a la vida reencarnándose. Esta enseñanza, afirma que la reencarnación consiste en un ciclo sin fin, cuya esencia individual de las personas (ya sea mente, alma, conciencia o energía) adopta un cuerpo material mejorado  varias veces, según vaya muriendo.

Esta creencia que una persona fallecida volverá a vivir o aparecer con otro cuerpo (con una personalidad generalmente más evolucionada) ha sobrevivido incluso dentro de algunas religiones judeocristianas.

No vale la pena comentar esta doctrina milenaria hindú, solo añadiré dos cosas: Una, que esta como las demás, es una falsa esperanza para poder hacer todo lo que a uno se le antoje en esta vidas; sin importarle en absoluto de que hay un Dios. Ya que según ese  proceso evolutivo, al morir uno se va renovando en múltiples oportunidades. El otro comentario más claro y de indubitable certeza, se lo dejo a la palabra de Dios que habla por sí sola por lo que dice  en Hebreos 9.27 de la siguiente forma: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio.” Esta enseñanza proviene de la palabra de Dios;  los que la quieran ignorar, que la ignoren. Se vive en este mundo y se muere una sola vez, para luego ser juzgados por nuestros hechos.

Fin de la primera parte, en la segunda se explicará sobre las tres clases de muerte.
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