sábado, 14 de septiembre de 2013

LA MUERTE Y EL CREYENTE PARTE 2

         
  LA MUERTE Y EL CREYENTE                    SEGUNDA PARTE      

 Hay  tres  clases de muerte.
                                                                                                                                   Después de haber dado una explicación general sobre la muerte, como algunas opiniones o doctrinas anti bíblicas, que enseñan  diferentes organizaciones religiosas; a continuación  se expondrá con más detalles cada uno de los temas relacionados con este argumento, apegado únicamente en  lo que enseña la Biblia, y no en el razonamiento o ideas que puedan surgir de la mente humana.

 Se comenzará con decir, que hay tres clases de muerte las cuales son: 

 La espiritual, que  concierne a nuestra alma, esa parte intangible de nuestro ser la cual está  enemistada con Dios a causa de la desobediencia y el pecado.

 La física, que todos conocemos por la muerte del cuerpo, que  también se  podría definir como ese momento cuando se  separa el alma del cuerpo.

La  eterna, que es el castigo del alma, la cual al estar enemistada con Dios a causa del pecado; nunca buscó acogerse al plan de salvación, que Dios ha provisto para todos por medio de la muerte y resurrección de su hijo Jesucristo.

Esta última (la eterna) solo la experimentarán aquellos que, al efectuarse la separación de su alma del cuerpo;  nunca prestaron atención  en toda su vida al plan de salvación, que Dios le proporcionó al hombre para reconciliarse con él. Ellos estarán en el Juicio del gran trono blanco para ser juzgados, con la consecuente separación definitiva de su creador.   
La muerte espiritual.                                                                                                                                   Esta muerte la heredamos al nacer, por cuanto nuestros padres también nacieron en pecado. Esta no se refiere a la del cuerpo humano, sino a esa separación o enemistad que se produjo entre Dios y el hombre al momento de este pecar. Debido a que nosotros nacemos en pecado, todos estamos espiritualmente muertos, desligados de la comunión con Dios. Seguramente que esta definición, para algunos les puede resultar difícil de entenderla  cabalmente. Para tener una idea más clara de su significado, se pondrá un ejemplo de algo que es muy conocido por nosotros.

Todos sabemos, que de una pareja de ovejas completamente blancas saldrán ovejitas blancas;  en cambio de una pareja de ovejas manchadas, saldrán ovejitas con manchas en su piel. Esto quiere decir que al reproducirse saldrán a semejanza de sus padres.  Por supuesto que  de una pareja de humanos saldrán también hombres y mujeres de la misma naturaleza y semejanza de sus padres. Es así que, si la primera pareja Adán y Eva, hubiesen tenido hijos antes de ellos pecar contra Dios; los hijos e hijas hubieran nacido inocentes y sin pecado. Pero como primero pecaron y luego tuvieron hijos, estos nacieron con el estigma del pecado en ellos. Estando así espiritualmente muertos.

Esto causó que toda la raza humana estuviese enemistada con Dios. Esta condición es la que se conoce como la Muerte espiritual. Sin embargo, esta condición  tiene remedio, mientras en el transcurso de la vida que le es concedida al hombre, haga lo que Dios le indique por medio de su palabra que es la Biblia; aceptando el medio salvífico que puso a disposición de la humanidad.

Lo que puede escapar del razonamiento de algunos, según nuestra manera de ver  las cosas es: ¿Por qué un niño que apenas entra en esta vida nace en pecado? ¿Acaso a ellos se les responsabiliza de los pecados de sus padres? No, de ninguna manera, los hijos no son responsables de los pecados de sus padres. Sin  embargo de una pareja de pecadores, nacerán hijos con la raíz del pecado, a causa de que sus padres eran pecadores. Por supuesto que ellos (los hijos) no serán responsables de los pecados que cometieron  sus padres.  
   
Para aclarar un poco más el argumento se pondrá otro ejemplo, aunque este no sea exactamente igual, con algo que es reconocido por la ciencia; se trata de lo que puede acontecer  cuando una mujer enferma con sífilis, resulta embarazada, ella puede trasmitirle la enfermedad a su futuro bebé. Igualmente las enfermas de SIDA pueden pasar la enfermedad a su bebé.

 Bien de esa misma manera, todos hemos nacido con esa huella del pecado. Sin embargo nosotros no seremos responsables del pecado de nuestros padres, sino de los nuestros. Esa transgresión o pecado original, podríamos compararlo a un vertedero de desechos de una ciudad hacia un río, el cual contaminará todo el caudal de río hacia abajo.   

El apóstol Pablo expone esta doctrina de la imputación del pecado de Adán, el cual pasó a  todos los hombres, como de la justicia de Cristo en lo que respeta a nosotros que creímos; en el libro de Romanos 5.19 lo explica diciendo:”Así como por la desobediencia de un hombre (Adán) muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, (Jesucristo) muchos serán constituidos justos”. Por supuesto que para beneficiarse de la justicia que Dios nos ofrece, el único requisito es creer de todo corazón  que Cristo murió y resucitó para nuestra justificación.

Esta condición en la cual hemos nacidos es decir en pecado, es lo que ha ocasionado la separación del alma humana de su creador, como su muerte espiritual. Esta condición hay que diferenciarla de la muerte del cuerpo como de la eterna, ya que Dios ha provisto para el hombre la propiciación, o sea la de “Apartar su ira mediante la justicia de un hombre”; que únicamente fue cumplida por su hijo.

Jesucristo fue el único que cumplió con ese requisito de justicia. Es así que todo aquel que cree y acepta  ese  sacrificio como si  hubiese sido hecho para él personalmente, es
Reconciliado en el acto con Dios; restableciéndose así esa relación que se había perdido. Se puede concluir diciendo, que la muerte espiritual la podríamos catalogar como algo temporal, ya que mientras el hombre tiene vida en este mundo existe la posibilidad de ser reconciliados con Dios por medio de Jesucristo. El único mediador entre Dios y el hombre como dice en 1Tim 2.5 “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.

Un paréntesis ¿Qué de los niños?                                                                            Antes de continuar con el tema, que se viene desarrollando, es conveniente abrir un espacio para aclarar, algo que inquieta a muchos padres cuando se diserta sobre este argumento, de la trasmisión del  pecado original a todos los hombres.

Ya que muchos se preguntarán, ¿cómo quedan los niños en esa trasmisión del pecado original, y cuál será el destino de los niños que mueran antes de llegar a tener razón o consciencia de sí mismo? Ya que  por no poder discernir entre lo bueno y lo malo, no pueden tampoco tener conciencia del pecado; y  de su responsabilidad con Dios. Lo primero que tenemos que resaltar aquí es: Que Dios es esencialmente Justo, y así como no dará por inocente al malvado, tampoco condenará al inocente. (Éxodo 34:7)

Sin embargo aunque esta doctrina de los niños que para algunos no está bien definida, en cuanto al pecado original, no se puede absolutamente pensar que Dios no lo haya previsto. En la palabra de Dios hay  algunos pasajes que el mismo Jesús mencionó, referente a este tema que dan una  respuesta y tranquilidad, a los que tengan esas inquietudes.

 En una oportunidad Jesús dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porqué de los tales es el reino de los cielos.” (Mateo 19:14) Como también dijo: “De cierto os digo, que si no os volvéis o hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mateo 18:3) dando a entender, que sí hay una previsión divina para ellos.

Sin embargo para el investigador, y el experto en la palabra, este tema debería ser sencillo, ya que lo analiza tomando en cuenta el plan macro de Dios. El cual de  la totalidad de los humanos que nacerían en pecado por la transgresión de Adán y Eva, hasta el último al final de la vida de este mundo; Él escogió un grupo para sí, aún antes que Él creara los ángeles, el universo, y al mismo hombre. A estos los inscribió en el libro de la vida; de los cuales ni uno de estos que fueron escogidos se perderá.

Tenemos entonces que un niño escogido e inscrito en el libro de la vida, es salvo desde el vientre de su madre, durante su infancia, su juventud, hasta “el día de Dios para él” Donde  oirá su llamado recibirá la fe que le es dada como un don, y aceptará a Jesucristo como su salvador. Todo esto, no por ser mejor que los demás sino por la misericordia de Dios.

De manera que si debido a una enfermedad, o cualquier otro medio como guerra, terremoto, catástrofe etc. La vida de alguien fuere interrumpida en su infancia,  antes del día que Dios lo hubiese llamado para aceptar a Jesucristo, siendo él escogido, no se perderá jamás; y tiene su lugar el reino de los cielos. Ciertamente Dios en su soberanía y justicia sabrá cómo manejar esos casos en particular.

Por el contrario el niño que no esté inscrito en el libro de la vida, en ningún momento o circunstancia  de su vida reconocerá a Jesucristo como su salvador aunque se le presente la salvación en bandeja de plata y se le explique en detalles el plan Divino. Ningún argumento será suficiente para poderlo satisfacer a plenitud. En el supuesto caso que Dios concediera a alguien no escogido una misericordiosa entrada a su reino, se repetiría la historia de Satanás, que insatisfecho de lo que Dios le había otorgado, deseó ser superior a su Creador.

Después de esta explicación podría surgir la pregunta: ¿cómo queda eso que dijo Jesús  de “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porqué de los tales es el reino de los cielos”? Ya que en ese pasaje, no discrimina entre niños escogido y los que no son. Pues todos esos niños a los cuales se refirió, pertenecían a su pueblo escogido, del pacto con Abraham, de la circuncisión, los cuales  aparte de estar inscritos en el libro de la vida, lo estaban también  en el libro de la casa de Israel.

Por último un consejo: El que realmente ama a sus hijos, y su familia, tiene que amar, honrar y buscar a Dios que “hace misericordia por  millares a los que le aman y guardan su palabra.”(Éxodo 20:6) Dios ciertamente salvará hijos, nietos y bisnietos  por generaciones por amor a los que le buscan. Hay una promesa para el creyente, en Hechos  11.13-14 donde Pedro relata que fue enviado por Dios para hablar a Cornelio diciendo: “Él (Pedro) te hablará palabras por las cuales  serás salvo tú, y toda tu casa.” Esa es la clave para nuestros hijos y nuestros familiares, ser fieles a Dios y él nos premiará, como aconteció con Rahab de la ciudad de Jericó, que por creer se salvó ella con toda su familia.

La muerte física.                                                                                                 Cuando se habla de la muerte física, todos de alguna manera sabemos  de qué se trata; es el momento cuando al ser humano se le termina el tiempo de su estadía en esta tierra. Seguramente hemos asistido en algún momento a un entierro; o hemos visto a alguien inmóvil en una urna, el cual ha dejado este mundo para siempre.

 Cuando esto acontece se debe entender que este ser viviente, ha llegado al final de sus días, bien sea por la edad, debido a una enfermedad, o por un accidente. Aparte de haber expirado,  y abandonado este mundo, el alma de ese individuo se ha separado de ese cuerpo, que fue su habitación durante todo el tiempo de su vida. Con el cual se identificó, y se relacionó por medio de él con los demás seres y cosas de este mundo.

 Es el adiós definitivo de su experiencia terrenal, desde ese momento ya no habrá más familiares y amigos; es  una separación dolorosa para los más allegados del fallecido. Sin  embargo  todos lo vemos con resignación, sabiendo que es el camino de la vida y que un día nos tocará a cada uno de nosotros.

 Siendo este el medio, para cumplir la sentencia de regresar al polvo de la tierra. Porque cuando el hombre pecó, Dios le había advertido que  de desobedecer, ciertamente moriría y eso dio lugar a que la muerte pasara a todos los hombres. Diciéndole que  su cuerpo que fue formado con los  elementos de la tierra, volvería allí al final de sus días.
En  Génesis 3.19 le dijo: Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres y al polvo volverás”.

La diferencia entre el hombre y los ángeles.                                                         Aunque también hubo una parte de los ángeles que pecaron, ellos no están sujetos a la muerte física; porque ellos son seres incorpóreos, son espíritus. Los cuales por permisión de Dios, pueden tomar forma humana. (Como los que se presentaron a Abraham) en Génesis 18.1 y 19.1  

Hay  una gran diferencia entre los ángeles y el hombre, primero porque  ellos fueron creados mediante la directa voluntad de Dios. Como por ejemplo cuando en Génesis 1 dijo: Sea la luz, produzca la tierra árboles que den frutos, haya lumbreras en la expansión de los cielos etc. Con esa voluntad soberana y creativa, él hizo los ángeles a los cuales en el libro de Job y en otros, a todo ser creado de esa manera, los denomina “hijos de Dios”.

 Mientras para el hombre aplica una manera completamente diferente, ya que primero le da un cuerpo (cosa que los ángeles no tienen), siendo una obra formada por sus manos; de una sustancia similar a los elementos que contienen la tierra. (Como unos veinticinco elementos.) Luego sopló en su nariz espíritu de vida, llegando a ser un alma viviente.

 (Solo para completar la idea, es como si a un ángel (que es incorpóreo) lo vistieran o lo  metieran en un cuerpo). De allí que el nuestro es materia, y es perecedero, pero el alma, es eterna, por lo cual no perece. Ella  es la esencia de la vida del hombre, porque es algo que salió de Dios, y por medio de ese soplo, le dio espíritu y alma al hombre.

Por supuesto que cuando  alguien muere, el alma se libera de esa envoltura que la retenía y comienza para ella una vida completamente diferente en ese nuevo ambiente; desligada del cuerpo que ocupó durante su permanencia en esta tierra. Encontrándose en una nueva dimensión, en ese mundo de los espíritus, donde está Dios y todo el conjunto celestial creado por Él. Para nosotros los humanos, mientras vivimos, esa dimensión o espacio nos está oculto, hasta el día de la muerte cuando estaremos allí.
En el momento de ese cambio, de esta vida a la otra, todos los sentidos y recuerdos que tuvimos se conservarán y serán ampliados, como se explicará más adelante. 

¿Para qué es necesario un cuerpo si es perecedero?                                               La diferencia de poseer un cuerpo y no tenerlo consiste en lo siguiente: Que con él  podemos convivir con la naturaleza, manejar y utilizar las cosas que nos rodean, ver y comunicarnos con otros seres humanos. Es prácticamente, lo que nos permite estar en contacto con lo físico de este mundo. Al despojarnos de él perdemos esa facultad de comunicarnos con la parte  material de  este planeta. El alma del difunto ya  no está facultad de tener contacto con los vivientes, ni con el mundo físico.

Es lógico que para alguno, esto de seguir viviendo después de morir es algo difícil de poderlo imaginar, y mucho menos pensar que al estar separados del cuerpo se  puedan tener facultades aún más amplias de las que teníamos cuando se estaba en él. Ya que según lo que comúnmente se piensa es: que al dejar de funcionar el cerebro todo pensamiento perece, ya que es allí donde  residen todos los recuerdos.

Cosa que no es así, como se podrá apreciar con un ejemplo del más allá, que Jesucristo nos dejó, de lo que acontece  en esa dimensión  después de la muerte. Donde los sentidos de alguien que fue sepultado, en ese relato se nos demuestra que todas sus facultades  estaban activas y funcionando. Hasta  los sentimientos de su alma, ya que estaba preocupado por sus familiares que aun vivían en este mundo. Este relato se encuentra en el evangelio según san Lucas 16 (El cual  se comentará con detalles más adelante para no salirnos  del tema que se está tratando).

Después de la  muerte como sabemos, el cuerpo humano es devuelto a la tierra. Así lo decretó Dios como ya vimos en Génesis 3.19. Sin embargo este paso, o esta fase de la vida, en parte ha sido superada y vencida por Jesucristo al resucitar de entre los muertos. Ya que al resucitar la venció y la sometió, con el fin de que todos los que crean en Él, puedan volver a tener un cuerpo eterno, e incorruptible como el de Jesús.

Este será completamente nuevo y vendrá del cielo, no estará compuesto ni con  los elementos de esta tierra, ni con los del antiguo cuerpo, que yacen en las tumbas de este mundo (como algunos piensan). El cuerpo de resurrección, aparte de ser celestial por venir del cielo, será de la misma gloria del que tuvo Jesús.

No tendrá relación alguna con el actual, ni con esta tierra, la cual fue maldita por Dios, y cuyo fin según lo revela la palabra será quemada. Así lo afirma en 2 Pedro 3.10 diciendo: “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas”.

Debido a que la separación de un ser querido causa mucho dolor a sus parientes, no faltan en este mundo aquellos que por ganancia, afirman poseer facultades que le permiten comunicarse con seres del reino de los fallecidos en el más allá. Estimulando de esa manera esa innata curiosidad humana, o la simpleza  de aquellos que por el dolor y el abandono de un ser querido, se consuelan con la posibilidad que les ofrecen de tener un contacto con el extinto.
A parte que estas prácticas están condenadas por Dios en su palabra, no son otra cosa que un conjunto de falsedades y artimañas demoníacas, para engañar a los simples.

 La muerte eterna                                                                                                Ésta en la palabra de Dios es  llamada también “la muerte segunda” y es la más terrible de todas, y no tiene relación alguna con el cuerpo; es  el destino final del alma que durante toda su vida no buscó a Jesucristo como su salvador.

Esa alma que  despreció todas las oportunidades que tuvo de acudir a Dios para ser salvo. El  apóstol  en Juan 3.19 de su evangelio lo afirma diciendo lo siguiente: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, (la luz es sinónimo de Jesús y sus enseñanzas) y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas”.

Cada habitante de este mundo  en algún momento de su vida, de una u otra manera ha tenido la oportunidad de saber de esa luz que es Jesucristo, aún por medio de las navidades llega a su conocimiento que Dios en la persona de Jesús, se humanó y vino a este mundo a través de una bienaventurada Joven virgen, llamada María.

 Nadie podrá declararse inocente delante de Dios, hasta por haberlo nombrado en alguna ocasión sin necesidad, no será dado por inocente. Así está escrito en Éxodo 20.7 en el tercer mandamiento que dice: “No tomarás  el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano”.

Esta muerte segunda es lo más tormentoso que le pueda acontecer al alma. Luego, aparte de ser la paga por los pecados de toda su vida, es la separación y abandono definitivo de parte de Dios. Todo esto por el simple hecho de no haber aceptado la oferta de salvación que Dios le proporcionó al hombre en la persona de Jesucristo.

 En esa situación, y sin posibilidad  de cambio alguno es  que se encuentran Satanás y sus ángeles; ellos están en espera de la sentencia final de su castigo el cual será al final de los días de este mundo. Ellos por haberse rebelado en contra de su creador fueron castigados a estar por la eternidad alejados de Dios.

Posiblemente alguien podrá pensar, que eso del abandono de parte de Dios no es muy relevante, porque de todas maneras nunca lo hemos visto. Sin embargo es bueno tener presente lo siguiente: Al leer en los evangelios el relato de los sufrimientos de Jesucristo, cuando fue abofeteado, escupido, azotado y clavado en la cruz, él no se quejó en ningún momento de todo eso. Cumpliéndose la profecía de Isaías, el cual refiriéndose a Jesús, y a esos sufrimientos dice que no se quejó por todo lo que le hicieron.

Así dice el profeta de Jesús en Isaías 53.7: “Angustiado él, y  afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”.

 Sin embargo, al estar en la cruz cuando fue abandonado por el Padre por tres horas, fue cuando clamó a gran voz, como con ruego diciendo: Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado? Esto debería ser suficiente para poder entender que, aunque no le veamos, Dios está con nosotros porque su espíritu, una parte de Él,  está en cada hombre y mujer de este mundo. Luego al morir este vuelve a Dios que lo dio. Además él es Omnipresente y disfrutamos de su, misericordia y de todo lo que nos rodea.

 Resumen de la muerte eterna.                                                                           Solo Jesús sufrió hasta ahora, ese castigo del abandono, por esas tres horas; con el fin de que no lo sufriéramos nosotros eternamente. Lo expuesto anteriormente, referente al abandono de parte de Dios, es lo que la Biblia nos dice que es la muerte segunda del alma.

 Como ya se explicó, la muerte espiritual originada por el pecado, nos enemistó con Dios, sin embargo Él le concedió al hombre la posibilidad de una reconciliación, con el perdón  de todos sus pecados. Aun teniendo esa posibilidad de reconciliación, la muerte del cuerpo estará vigente para todos los vivientes hasta el fin de todo lo que tiene vida en este mundo en el futuro.

En el nuevo testamento, la muerte eterna tiene otro nombre que es “la muerte segunda”. Una clara descripción de los tormentos  de esta muerte la encontramos en 1Tesal. 1.10 que dice: Se espera con ansias la venida desde el cielo, del hijo de Dios, Jesús  a quien Dios levantó de los muertos. Él es  quien nos rescató de los horrores del juicio venidero. (NTV)

Este horror será para todos los que amaron más las cosas de este mundo, los que se apoyan en las tradiciones religiosas de sus antepasados, la santería y muchas otras cosas  en lugar de acudir a la Biblia, y al autor de la vida que es Jesucristo para el perdón de sus pecados.

Pensar que tanto al hombre como a la mujer, les hubiera bastado creer y reconocer, el sacrificio que Jesús hizo para darnos la salvación, y evitar así ese castigo. Confesando a Dios el Padre, de creer de todo corazón en Jesús, y que resucitó de entre los muertos para nuestra justificación. Tan sencillo como eso, es lo que le proporciona al hombre la salvación y vida eterna, evitando  así el horror del juicio venidero.

Todos tendrán en la vida una oportunidad de saber de Jesús.                              ¿Quién podrá decir hoy día que nunca llegó a saber el significado de la navidad y de la llamada “semana santa”? cada hombre habrá tenido la oportunidad de saber que a Jesús, lo mataron al clavárlo en una cruz siendo inocente; y que resucitó de entre los muertos. Hasta hay quienes cargan  un crucifico con ellos (que de paso no les ayuda para nada), y  solo les servirá para que den razón delante del Justo Juez de la humanidad, que hicieron con la persona representada en esa cruz, que murió en ella para perdonarnos.

 Ya que con ese acto Jesús estaba pagando por los pecados del hombre desde Adán en adelante. Esa es la Luz que vino a este mundo, y muchos no le han hecho caso; y nadie podrá excusarse delante de Dios. Luego los que afirman de no creer que hubo alguien que siendo Dios se humanó, naciendo como cualquier ser humano de una  mujer, y al llegar a ser adulto; no habiendo pecado murió por todos nosotros. ¿Será que ellos  piensan que son más sabios e inteligentes que los billones de almas, que sí creemos en Jesucristo y en esas dos fechas que conmemoran los hechos que ocurrieron en su tiempo?

En la tercera parte se disertará sobre el tema, de cómo está formado el hombre

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